En1919 la bailarina rusa Anna Pavlova llegó por primera vez al Puerto de Veracruz
Erika P. Bucio/ Reforma
sábado, 23 enero 2021 | 09:07Ciudad de México.- El 19 de enero de 1919, la bailarina rusa Anna Pavlova llegó por primera vez al Puerto de Veracruz a bordo del vapor "Esperanza", procedente de La Habana.
Tras su arribo, el Presidente Venustiano Carranza ordenó que 200 soldados escoltaran el tren que la trajo a la Ciudad de México para que nada desagradable ocurriera durante el traslado.
Y es que el País, según reseña el investigador Alberto Dallal en el libro La danza moderna en México, intentaba salir en aquel entonces de los años caóticos de la Revolución.
Pavlova, fallecida un día como hoy de hace 90 años, recorrió el continente americano durante 20 meses antes de su debut nacional, en una visita que preparó desde 1917, como refiere Patricia Aulestia en Historias alucinantes de un mundo ecléctico, La danza en México 1910-1939.
"El Ministro Plenipotenciario Isidro Fabela desde Argentina solicitó 'el apoyo moral del Gobierno, no significando para el erario ningún gravamen' para que la compañía hiciera una temporada en el Teatro Arbeu", se documenta en el volumen.
La luminaria rusa venía con su propia firma, la Compañía de Bailes Clásicos de Anna Pavlova, integrada en su mayoría por ejecutantes ingleses y estadounidenses, en una temporada que se llevó a cabo del 25 de enero al 30 de marzo de aquel año, pero no sólo en el Arbeu, extinto foro que se ubicó en la calle de República del Salvador, sino en otros teatros, como el Esperanza Iris y los también ya inexistentes Principal y Lírico, así como el Cine Granat, el Coliseo de San Felipe y la Plaza de Toros, donde dio dos funciones, además de pasar por Puebla.
Viajó con ella su marido, el Conde Víctor Dandré, y el empresario Adolfo Bracale, quienes tuvieron que hacer grandes esfuerzos para evitar el fracaso, alargando las temporadas al máximo, según documenta Aulestia en Despertar de la República dancística mexicana.
Y es que, aunque contaron con la atención de la prensa, enfrentaron dificultades económicas, al grado incluso de la bancarrota, aunque pudieron salir avantes gracias a que lograron una reducción de impuestos.
El repertorio abarcó 15 ballets, cuatro óperas y más de 42 divertissements, que era organizado en programas de hora y media cada uno.
"Era costumbre de Pavlova asistir de incógnito a los teatros en que se presentaba para estudiar la sicología de los espectadores y decidir la programación", escribe Aulestia.
Resultó un acontecimiento su interpretación del famoso solo La muerte del cisne (1907), coreografía creada para Pavlova por Michel Fokine, y bailó mientras tocaba, nada más ni nada menos, que el violonchelista catalán Pablo Casals, quien se encontraba en ese momento de gira por el País.
"Según (Oleg) Kerensky, la aparición del músico catalán en el escenario fue preparada sin el conocimiento de la bailarina, de manera que tuvo que acercarse a él bailando, sorprendida.
Al final lo abrazó produciendo una total ovación de los espectadores", recoge Dallal.
Su visita causó furor, al grado que poetas, entre ellos Ramón López Velarde, le dedicaron sus versos: "Piernas / eternas / qué decís / de Luisa La Vallière / y de Thaís. / Piernas de rana, / de ondina / y de aldeana; / en su vocabulario / se fascina / la caravana".
En la prensa, sin embargo, aparecieron también noticias "amarillistas", como refiere Aulestia: "El robo de su cruz de esmeraldas y brillantes, olvidada sobre el piano del teatro, la excomunión decretada por la curia metropolitana al diario Excélsior y a la apreciada bailarina por haberla comparado con la Virgen María, al llamarla 'bendita entre todas las mujeres'. Así también el encarcelamiento de varones disfrazados a la manera de la Pavlova".
Tributo a México
De acuerdo con las reseñas de la época, la bailarina visitó el Museo Nacional y acudió al Teatro Lírico "para formarse un juicio de los tipos y de los bailes auténticos", así como fue a Xochimilco y Teotihuacán.
En este último sitio, Pavlova "improvisó una Danza india, a la luz de la luna, y teniendo como escenario la cúspide de la pirámide del sol", recoge Aulestia.
La bailarina solía rendir tributo a los lugares que visitaba en sus giras, y quiso hacerlo en México también.
"Ella dijo que había que hacer una danza mexicana porque la cultura nacional era grandiosa, y había que aprovecharla para la danza", refiere en entrevista la investigadora Margarita Tortajada. "Y se fue entonces con las tiples, las mujeres de teatro en ese momento, que actuaban, bailaban y cantaban, y ellas les enseñaron el jarabe tapatío".
Pavlova estrenó en el País la Fantasía mexicana, que bailó en el Arbeu el 18 de marzo de 1919.
La famosa tiplé Eva Pérez Caro le había enseñado a la rusa tres bailes: China poblana, Jarabe tapatío y Diana mexicana.
Y vestida de china poblana en puntas el jarabe, fue acompañada del bailarín Alexander Volinine, vestido de charro.
Dallal refiere que, al parecer, la obra tenía como tema principal El jarabe tapatío, de anécdota pueblerina; "sus personajes no prescindían de los prototipos": la presencia de una mujer, "criollita" y humilde, y un malo, además de la referencias a la patria; incluso se evocaban gestos históricos del País.
"En ese divertimento se había visto la posibilidad de un baile moderno y original por la riqueza cultural que expresaría, pero haciendo referencia a los ballets rusos, es decir, a una técnica y tradición balletística que en México no existía en los años veinte", escribe Tortajada en Danza y poder.
Fue una manera de demostrar, precisa la investigadora a REFORMA, que esa excelencia artística podía nutrirse de la cultura popular.
"Por eso es importante (Pavlova) para la danza mexicana: no tanto por la coreografía; eso lo habían hecho muchas bailarinas mexicanas, bailar el Jarabe tapatío en puntas, pero ahora era ella, en especial, y hablaba de la grandeza indígena y la cultura mestiza y cómo se podía utilizar para la danza escénica", dice Tortajada.
La historia del ballet en México, aclara, arranca desde el siglo 18. Primero con artistas extranjeras, pero luego, en el 19, vendrían los íconos nacionales, como María de Jesús Moctezuma, "primer figura del ballet mexicano que fascinó a sus contemporáneos", según expresó Maya Ramos Smith.
Aquella interpretación de la Fantasía mexicana despertó en José Vasconcelos y otros intelectuales la idea de crear desde las instituciones oficiales una Escuela de Educación Física, "con la aspiración de que pudiera servir como una base para que la danza en el país labrara un trabajo corporal que al paso de los años alcanzara la calidad artística de los bailarines rusos", según apunta Dallal.
La pieza permaneció en el repertorio de Pavlova a lo largo de su carrera.
Tras la visita de 1919, la bailarina rusa Anna Pavlova volvió a México en 1925.
Las hermanas Nellie y Gloria Campobello, que se devendrían en dos referentes indiscutibles de la danza nacional, la vieron bailar en esa segunda estancia. Bajo esa influencia, según documenta Margarita Tortajada en Danza y poder, decidieron estudiar ballet.
En esa segunda gira, Pavlova y su Ballet Russe ofrecieron una temporada de casi cuatro semanas, del 11 de abril al 7 de mayo, en los teatros Esperanza Iris y el extinto Ideal, además de El Toreo.
"No tuvieron en esta ocasión mucha fortuna. Casi no pudieron realizar ensayos. En El Toreo les llovió y la Pavlova bailó para calmar a los espectadores", expresa Patricia Aulestia en Historias alucinantes de un mundo ecléctico, La danza en México 1910-1939.
No obstante, el paso por México de Pavlova ya había dejado huella.