De colonia agrícola de los sudafricanos de origen holandés desterrados por los ingleses, la hacienda se convirtió después en una empresa productora y enlatadora de frutas propiedad de socios capitalistas como el propio gobernador del estado, Enrique C. Creel y la casa comercial Ketelsen y Dagetau, de la capital de Chihuahua
Froylán Meza Rivera
domingo, 21 mayo 2023 | 13:55Julimes, Chihuahua.- Fuera de los municipios ribereños del río Conchos, Meoqui y Julimes, casi nadie en el estado de Chihuahua sabe que en estas tierras se asentó, llegado en 1903 y procedente de Sudáfrica, un reducido grupo de colonizadores bóers que buscaban refugio y sustento al cabo de una terrible guerra que sostuvieron, y que perdieron, en contra del Reino Unido de la Gran Bretaña. Las repúblicas bóers fueron naciones independientes en la última mitad del siglo XIX, creadas por los habitantes de la Colonia del Cabo que hablaban inicialmente el idioma neerlandés y por sus descendientes, en lo que hoy es el país de Sudáfrica. Dos de esas naciones habían logrado reconocimiento internacional: la República Sudafricana (o de Transvaal) y el Estado Libre de Orange. Estos estados desaparecieron como entes políticos y administrativos después de la Segunda Guerra de los Bóers que dio lugar a la anexión británica y su posterior incorporación a la Unión Sudafricana.
Algunos de estos colonizadores habían sido destacados jefes militares en la citada guerra, y una vez derrotados, temieron por su vida y la seguridad de sus familias, porque los ingleses habían puesto precio a sus cabezas. Unos pocos de esos guerreros prominentes fueron desterrados a la isla de Santa Elena, sí, lector, a la misma isla remota situada en mitad del océano Atlántico, a la que los ingleses mandaron al destierro a Napoleón Bonaparte en 1815, tras la derrota de la "Grande Armée" en Waterloo, y donde el gran corso murió en 1821.
Sin preámbulos, adentrémonos en esta breve y concisa historia de la Hacienda Humboldt.
EL SUEÑO MEXICANO DE LOS AFRIKANERS
Al término de la contienda militar de los bóers, fueron dos los personajes que tuvieron destacadas actuaciones en las acciones bélicas directas contra el imperio británico y que se negaron a jurar fidelidad a los invasores después de la derrota y los tratados de paz. Ellos son Willem Didrick Snyman y Benjamin Johannes Viljoen. El primero, Snyman, viajó a los Estados Unidos, donde recibió apoyo del presidente Theodore Roosevelt, quien le motivó a buscar territorios en el sur de su país y en México. En 1902, Snyman inició la búsqueda de tierras propicias para la agricultura en México. Pero fue en 1903, cuando Snyman y Viljoen, ya juntos, se entrevistaron con el presidente Porfirio Díaz, quien les sugirió explorar terrenos federales en el valle del Yaqui en Sonora; pero ellos mostraron su preferencia por los territorios en Chihuahua. Terminaron dando una visita de reconocimiento, en compañía nada más y nada menos, que del ministro de Gobernación del gobierno de Díaz, José Yves Limantour. El alto funcionario les ofreció la Hacienda de Santa Rosalía, en seguida de donde confluyen los ríos San Pedro y Conchos, en el centro-sur de Chihuahua. Ellos terminaron enamorándose de esta franja de fértiles tierras aledañas al Conchos, dentro del municipio de Julimes.
Jaloneos más, jaloneos menos, aceptaron pagar en efectivo un enorme precio (500 mil pesos), por los terrenos de la dicha hacienda, que ellos empezaron a regar con una acequia derivada de la presa que hoy en día se llama “presa de la Hacienda Humboldt”, casi 20 kilómetros aguas arriba sobre el Conchos antes de que este río se una con el San Pedro. Los sudafricanos reconstruyeron esta acequia y la hicieron pasar por sus tierras. El nombre no se sabe quién se lo puso, pero la nueva colonia agrícola se llamó Hacienda Humboldt, como el famoso viajero y naturalista alemán que recorrió y exploró gran parte de México.
Para conseguir el dinero para pagar la superficie contratada, los jefes bóers echaron mano de sus flacos ahorros, pasaron el sombrero con sus familias y paisanos, publicaron libros, impartieron conferencias, realizaron espectáculos con la temática de las guerras contra la Gran Bretaña, para que a finales del mismo año de 1903 pudieran firmar el contrato de colonización, beneficiándose de una quinta parte, a crédito, del costo total de 83,000 acres (205 mil 140 hectáreas). Antes de comenzar el traslado de 50 familias programadas para que llegaran en el lapso de tres años, solicitaron un par de créditos, y tiempo después algunas familias bóers procedieron a trasladarse a la región. El Ferrocarril Central Mexicano, que iniciaba recorrido en Ciudad Juárez, facilitó su transporte desde El Paso hasta la Estación Ortiz, distante unos 20 kilómetros al suroeste. Un año más tarde, estaban asentadas acá treinta y siete familias.
El 3 de septiembre de 1905, la prensa de Pittsburgh, Pensilvania, publicó bajo el título de “Colonia Bóer en México se encuentra en una condición más floreciente”, el siguiente fragmento:
“Ciudad de México, 2 de septiembre (1905) – Se dice que la colonia Bóer iniciada por los generales Snyman y Ben Viljoen, quienes lucharon galantemente contra los británicos en Sudáfrica, se encuentra en una condición más que floreciente. (…) La colonia en la actualidad cuenta con un vecindario de 150 personas y este año tienen bajo cultivo 3,300 acres, principalmente en grano. Las planicies ahora se han perfeccionado para traer un gran número de familias de Sudáfrica, muchas de las cuales estarán allí antes de que llegue el momento de poner los cultivos en la próxima primavera”. (La cita es de Lawrence Douglas Taylor en el ensayo “La colonización bóer en Chihuahua y el suroeste de Estados Unidos, 1903-1917”).
FUE FLOR DE UN DÍA
Hay un testimonio que da fe de los esfuerzos de los colonos por hacerse y darse a entender, ante la barrera del idioma. Ellos no hablaban español, sólo algo de inglés, y eran fluidos en su lengua natal, el afrikáner. Queriendo comunicarse con sus peones mexicanos, les salían cosas mixtas en “mexafrikanglish” como la siguiente: “Keer die maranas daar, and ponga them back in the kraal” (“Traiga esos cerdos acá y póngalos de vuelta en el corral”).
Existe constancia, sin embargo, de que esta colonia duró poco, por mucho que se hayan esforzado: la hacienda fue abandonada, primero por Viljoen en 1906, quien se trasladó al sur de los Estados Unidos, y dos años después lo acompañaron “entre 20 y 30 familias”. Allá (en la región de La Mesilla, en Nuevo México) fundó él otras colonias donde encontró mejores condiciones para su establecimiento. En cambio, la descendencia de Snyman se mudó a las cercanías, donde compraron un rancho de nombre La Regina, que en la actualidad existe como un poblado del municipio de Julimes.
Pero ¿por qué abandonaron los sudafricanos la Hacienda, dejando atrás el ingente esfuerzo del traslado desde los Estados Unidos con todo y menaje de casa, herramientas, maquinaria, la inversión monetaria, el trabajo y todo lo que implicó su asentamiento en esta parte de Chihuahua?
El epílogo del primer capítulo de la Hacienda Humboldt se puede resumir así: Una creciente del río Conchos, en 1904, destruyó medio millar de hectáreas que habían sido sembradas y 1 mil 500 árboles frutales. Esto obligó a la mitad de las familias colonizadoras a abandonar la hacienda. En la desbandada “estuvo presente la inestabilidad social que ocasionó el surgimiento del movimiento armado de la Revolución Mexicana y las gavillas que asolaban las haciendas para el saqueo y el robo”; así lo describió Douglas Taylor.
Dos años después, las tierras fueron compradas por la compañía alemana Ketelsen y Dagetau Sucs., con sede en Chihuahua, por mediación de Pablo Hoffman.
Como una curiosidad histórica, está documentado que uno de estos migrantes guerreros sí se inmiscuyó en la contienda revolucionaria: el general Benjamin Johannes Viljoen fue consejero personal de Francisco I. Madero en cuestiones militares, con el nombramiento de “comisionado oficial del gobierno federal en las negociaciones de paz con los yaquis”. Al mismo tiempo, otros miembros de esta comunidad que permanecieron en Meoqui, a inicios de 1914 sufrieron ataques que Taylor describe así: “los insurrectos, encabezados por Francisco Villa, confiscaron el rancho de Snyman por sospechar que había sido enemigo de la causa constitucionalista” (prensa de Pittsburgh, 1905).
KETELSEN Y DAGETAU, EMPRESA CAPITALISTA
“Para mí, que los bóers no hicieron nada”, asegura Pablo Hoffman, nieto del personaje del mismo nombre que administró estas tierras luego del fracaso de los sudafricanos. Recuerda que ésta fue, primero, la Hacienda de los Álvarez, o de Santa Rosalía, de Epifanio Álvarez, donde se practicaba la agricultura tradicional, con la siembra de maíz y frijol, principalmente.
“Los bóers estuvieron dos años nada más”, afirma Hoffman segundo. “A mi abuelo, que tenía el mismo nombre que yo, y era alemán, lo mandaron traer para que administrara y desarrollara la tierra cuando los bóers se hubieron ido. Mi padre era Manuel Porfirio Hoffman, su hijo”. El gobernador Enrique C. Creel “vio que mi abuelo estaba haciendo unos experimentos en el Departamento de Agricultura, y le propuso que se viniera a Chihuahua, a escoger un terreno donde pudiera seguir haciendo sus estudios. Y escogió éstos, precisamente en las márgenes del Conchos, porque tenían un clima y una altitud idóneos”. Pablo Hoffman abuelo vio que era muy bueno el microclima para el durazno, y plantó inicialmente 12 mil árboles. También espárragos, calabaza, chiles. Todo se desarrolló muy rápido, porque empezaron a enlatar frutas en sólo tres años a partir de que entrara la nueva administración de la Hacienda.
De esta manera, para cuando se dio la entrevista de los presidentes, el estadounidense Thaft y el mexicano Díaz en Juárez y El Paso, el 16 de octubre de 1909, de manera paralela se presentó una exhibición, una muestra de los productos de México, y para representar a Chihuahua, el gobierno escogió llevar los enlatados de la Hacienda Humboldt. Hoy en día, Pablo Hoffman el nieto, tiene en su poder algunas de las etiquetas originales que llevaban pegadas las latas de fruta que produjo la Hacienda, vistosas, a todo color y sumamente atractivas a la vista.
EL EXTENSO CAMPO EXPERIMENTAL
El 2 de diciembre de 1906, un periódico de la Ciudad de México, The Mexican Herald Sunday, publicó una extensa entrevista que le hizo a Pablo Hoffman, “el científico alemán en la agricultura, encargado de la Hacienda Humboldt, y que está hospedado en el Hotel Palace”. El entrevistador refirió que Hoffman había estado llevando a cabo varios experimentos agrícolas en la Hacienda, y que estaba obteniendo resultados positivos. De acuerdo a Hoffman, nada más en ese año llevaba gastados “alrededor de 50 mil dólares, en los dichos experimentos”. Que estableció una estación experimental, moderna y bien equipada, y que en esos días había setenta familias en ese lugar, casi todas ellas mexicanas.
Resulta obvio que el redactor del material periodístico exagera con la bondad de sus calificativos (“Él tiene una exposición en su habitación del hotel Palace, un buen número de ejemplares de vegetales que han sido plantados en la Hacienda, y son en verdad maravillosos para ser mostrados.”). De todas maneras, sobresale por sí mismo el gran esfuerzo del especialista por encontrar y desarrollar variedades productivas. De berenjenas, trató con 14 variedades y encontró como muy apropiada la “Nueva York mejorada”. “El señor Hoffman tiene entre sus especies de verduras, algunas de las variedades más maravillosas de chile y pepinillo. Uno de los cultivos más exitosos es más parecido a una cereza, y se encontró que puede soportar muchos climas de México”.
Hoffman exhibió un error que cometía la mayor parte de los agricultores de Chihuahua, porque sembraban trigo de invierno durante la estación seca, y es que “el trigo se debería sembrar en el verano, durante la temporada de lluvias”. Asimismo, experimentó con manzanas, duraznos y vides.
Hay muchísimos más ejemplos, pero para dar una idea aproximada de la calidad de las investigaciones y de la vasta experimentación que este dotado agricultor aplicó en la Hacienda Humboldt, sólo se cita por último que “cuarenta variedades de frijol fueron aprobadas; las semillas se obtuvieron de California, Francia, Alemania y otros países”.
SEGUNDA DEBACLE EN HUMBOLDT
Pablo Hoffman, el nieto, quien es veterinario de profesión, vive y tiene su casa y rancho en medio de una plantación de nogales, en Los García, a unos 20 minutos de La Hacienda, en la orilla de la carretera que da forma al famoso conglomerado lineal conocido como La Cordillera, que no es otra cosa que un rosario de 11 pequeños poblados que tienen apenas una hilera de casas de cada lado de la carretera (o dos hileras máximo), una sola casa de fondo antes de las tierras de cultivo y los establos. De estos 11 pueblitos, seis pertenecen a Meoqui: El Molino Rinconeño, Los Cisneros, Las Puentes, Loreto, Guadalupe Victoria, que es seccional municipal, y Los García. El resto, cinco, son de Julimes: El Entronque, La Regina, Colonia Esperanza, La Labor Nueva y La Boquilla.
La cría de ovinos y cerdos, que don Pablo practica para surtir al mercado local, está en un franco retroceso en este año 2023, debido a la invasión de carnes de mala calidad, que llegan masivamente del extranjero a los supermercados a bajos precios. Él mantiene esperanza en sus nogaleras, porque la nuez pecanera es, hoy por hoy, uno de los cultivos más redituables en lo que a precio se refiere, así como en una variedad de vegetales adaptados a este clima y que siembra en sus tierras.
Hoffman tiene su propia versión de los hechos que dieron fin a la Hacienda Humboldt, a la que él está ligado de manera sentimental de por vida.
Dice que en la región se pensó por muchos años que la Hacienda la quemaron los orozquistas. “Pero después supimos que fueron unos tales Aragones de por aquí, los que atacaron la Hacienda y que se hicieron pasar por partidarios de Pascual Orozco para cometer sus tropelías”.
Cuando se dio el violento ataque, su abuelo don Pablo no estaba en el lugar, y cuando se enteró del trágico suceso se escondió para salvar la vida. En La Regina, él estuvo a la orilla del agua, agazapado y en silencio. Anocheciendo ese día, vecinos le prestaron un caballo para que se fuera a Estación Ortiz, donde pasaba el tren, y huyera. En Chihuahua capital consiguió un pelotón militar, pero ya era demasiado tarde para evitar la devastación y la desgracia que derivó directamente en la segunda desaparición de la Hacienda. “Mi abuela, su esposa, estuvo prácticamente sola y sin protección con dos niños: Porfirio, de dos años, y mi tía Ana María, de meses”. Ella también huyó, y de puro milagro no se les ocurrió a los bandidos tocarle un pelo a la mujer ni a los hijos. Ante la ausencia de su marido, decidió poner distancia, y a los meses terminó en Veracruz. De don Pablo, dicen que a partir de 1913 “ya no se levantó”, es decir, ya no volvió a su profesión acá.
Se estaba gestando entonces la Primera Guerra Mundial, y el agrónomo reconocido, quien quedó lastimado de la cabeza, se regresó a su tierra natal. En 1932 mandó por los niños, porque la esposa se le había casado con otro hombre, después de que mi abuelo se repatrió en Alemania.
Fue en el año de 1921, cuando la Hacienda se convirtió en ejido.
Como un epílogo necesario de la accidentada como trágica y gloriosa historia de esta famosa unidad productiva agropecuaria e industrial, el joven abogado Óscar Flores Sánchez, quien se convirtió en gobernador muchos años después, fue comisionado a mediados de los años 40, para acudir al lugar y levantar el acta de las condiciones en que se encontraba la Hacienda. Flores Sánchez alcanzó a llevarse a Chihuahua lo que quedó de la maquinaria, en calidad prácticamente de chatarra.
VESTIGIOS, RECUERDOS Y TESTIMONIOS
Alicia Quiñónez, doña Licha, la dueña de la tienda de en seguida del templo, y quien se acuerda de lo que le contaba su padre sobre el origen de la Hacienda, refiere que en los días que corren, se pueden ver todavía (y en efecto, ahí están) unos muros de piedra y mampostería donde era la enlatadora mecanizada de frutas. Su papá nació en 1910, era muy chico cuando se dio el auge productivo en la empresa, pero sí le tocó vivir recuerdos muy frescos.
Hay que mencionar que para todo, acá los “alemanes” son una referencia cotidiana, y la gente no suele hacer diferencia entre lo que fue la colonia bóer inicial, y la posterior empresa de capital alemán y mexicano. Como un atractivo turístico que trae visitantes al pueblo, existe de hecho aquí, un árbol muy famoso, “el pino alemán de Julimes”, un ejemplar portentoso cuya especie no ha sido identificada al parecer, pero del que muchos sostienen que es del género Abies.
Armando Navarrete, el finado cronista del municipio de Meoqui, responsabilizó al movimiento revolucionario por la corta duración de la bonanza en Humboldt, y recordó que la hacienda fue atacada en diciembre de 1913 por un grupo de alzados (ya conocimos al respecto la versión particular de Pablo Hoffman nieto). La violencia obligó a los administradores alemanes a abandonar la colonia, cuyas huertas se fueron secando, mientras que la maquinaria industrial fue desmantelada poco a poco hasta que quedaron sólo desperdicios sin valor.
Otro habitante de la Hacienda, Ricardo “El Chapo” Ontiveros, dijo que su padre le contaba que había aquí un señor de la edad de él, a quien mencionaban como “un alemán” y que se llamaba Secundino García. Ese señor afirmaba: “yo soy holandés, tengo sangre holandesa”. Para el día de hoy, él ya tendría 97 años si viviera, pero cada vez que se emborrachaba, “luego luego le daba por decir, y a la gente le gustaba preguntarle, ¿por qué creen que soy así de valiente? Pues por mi sangre”.
Existen acá unos arcos de piedra, unos tramos de muralla, y remanentes de lo que la gente afirma que son las ruinas del “torreón”, que como lo indica su nombre, fue eso, una torre de carácter defensivo- militar y desde donde se podía responder al fuego enemigo a través de sus estratégicas ventanillas y de unas mirillas que tenía en la altura. Para subir a las mirillas había una escalera con la que se alcanzaba el piso de la defensa.
En el ejido Julimes se surten todavía, para el riego de las parcelas, con el agua que llega de la acequia centenaria que arranca de la represa en la corriente del Conchos y que en el pueblo pasa, por cierto, en seguida del “pino alemán”.
En la última casita por la salida a la cabecera municipal, Asunción Baquera y Rogelio Mata cuentan que llegaron aquí en 1925, y que ya no existía la Hacienda de los alemanes como empresa, pero lo que sí surgió fue el ejido, al que ellos se integraron. En ese mismo año, todo el complejo industrial eran puras ruinas. Del Torreón algo quedaba en pie, pero en 1950 lo derrumbaron totalmente.
Lo que también existe, y no es poca cosa, pujante, progresista, lleno de gente bienhumorada, trabajadora y optimista, es el poblado que, orgulloso de su historia y de sus tradiciones muertas y vivas, se llama oficialmente Ex Hacienda Humboldt.