Plan de estudio cambia continuamente porque los niños se van a trabajar: maestro
Salud Ochoa/El Diario
domingo, 05 septiembre 2021 | 12:25Chihuahua, Chih.- Descalzos algunos con huaraches otros, los niños hijos de jornaleros agrícolas enfrentan el calor de agosto en medio de una realidad que vislumbra pocos cambios para ellos. Si bien es cierto algunos espacios donde habitan y acuden a clases han sido modificados, también lo es que las posibilidades de un futuro lejos de los campos son muy pocas.
La pandemia agudizó la problemática de los niños migrantes debido a la situación de pobreza en la que viven y a la consecuente carencia de herramientas tecnológicas mínimas necesarias para avanzar en sus estudios. Eso dio pie para que los menores fueran localizados vagando por los campos, sometidos al trabajo infantil en la pizca de chile y cebolla o como encargados de los más pequeños, confirmó Flor Vargas encargada del Programa de Atención Educativa a Población Escolar Migrante – Aepem-.
La educación de los menores es difícil. La movilidad constante, el trabajo desde la infancia, el desinterés generalizado (incluyendo a los propios padres) se constituyen como factores que inciden directa y negativamente en el avance escolar de los alumnos, quienes un día asisten a clases y al siguiente nadie sabe si lo harán.
Sumar manos para las actividades en los campos agrícolas es el objetivo de los padres por lo que resulta cotidiano que los menores de edad, acudan a los sembradíos a realizar labores de pizca junto a sus tutores en aras de incrementar el magro ingreso económico diario.
Las oportunidades de desarrollo para estos niños son pocas y la escuela es un punto al que acuden, solo los más pequeños, los que aún no son útiles como fuerza laboral en los sembradíos.
En el albergue La Garita ubicado en el municipio de Rosales, las actividades escolares presenciales se han retomado en la única aula que existe en el lugar y donde se atiende a estudiantes desde preescolar hasta sexto año, aunque la asistencia de los mismos es intermitente.
El profesor Jesús Olivas, docente del citado señala que las clases reiniciaron el pasado lunes 30 de agosto aunque durante la pandemia, se atendía a los niños de manera presencial por lo menos una vez por semana.
“Ya estamos en las actividades presenciales desde el 30 de agosto. Yo estoy en la escuela cada tercer día para apoyarlos en lo que sea necesario. El problema que tenemos es que la cantidad de alumnos varía mucho porque a veces los papás se los llevan a trabajar, de forma tal que en un buen día puede haber hasta 15 estudiantes y en otros, baja hasta 5”, dice.
El aula escolar de La Garita, registrada con el numeral DNM 00300-DZC0031N, es multigrado y está ubicado en un espacio que cuenta con 24 cuartos en los que habitan 35 niños y 25 adultos. Sesenta personas no son pocas, el hacinamiento tampoco.
Cada cuarto cuenta con un par de literas, colchones y una parrilla para cocinar y tiene un costo de 60 pesos por persona, mismo que los jornaleros deben cubrir al igual que el pago de alimentos, servicios básicos y atención médica de la cual carecen a través de los patrones que los emplean. A los niños que asisten a la escuela se les apoya con desayunos fríos que entrega el DIF municipal pero el resto de las comidas los padres tienen que solventarlas. Entre todos esos gastos la cotidianidad no suele ser fácil.
“La cantidad de niños oscila entre 5 a 18 de todas las edades porque hay desde preescolar hasta sexto de primaria. Tengo que cambiar mucho el plan de estudios porque es necesario adecuarlo a cuántos y cuáles niños asisten a la escuela. La situación es difícil y se agrava por el desinterés de los papás”, señala el docente.
A lo anterior se suma la movilidad constante en la que viven las familias jornaleras porque un día están y otro no, o al mes siguiente se van a otro municipio o estado. Por tanto, a pesar de contar con materiales escolares suficientes, que van desde crayones hasta libros de texto, cubre bocas, pizarrones y hasta un mini Split, el gran faltante es lo que más importa: alumnos.
“Quieren pizcar, irse a los campos. Uno tiene que convencer a la familia para que no se los lleve a trabajar pero lo común es que los niños de 10 años para arriba ya anden en la pizca. Traen otro chip en la cabeza, he platicado con ellos y dicen que no les importa la escuela, quieren irse al campo”.
Durante la pandemia, dice Olivas, las actividades escolares se complicaron aún más ya que solo se asistía una vez por semana. El tema de la higiene es otro asunto por resolver y en ese punto, la Secretaría de Salud “ni idea tiene cómo viven”.
“La pandemia complicó muchísimo la atención a los niños migrantes. Íbamos una vez por semana dependiendo como estuviera la situación. A gritos y a tamborazos pero acudíamos. Tenemos que trabajar mucho con ellos también respecto a la higiene, hemos tratado de concientizarlos para prevenir la enfermedad. Le echamos muchas ganas, tenemos reuniones con el sector salud porque ni ellos tenían idea cómo se vive en estos lugares y hemos pedido que nos ayuden con la sanitización de las aulas y los espacios comunes por lo menos dos veces por semana”, asegura Olivas.
Pandemia agudizó problemática de niños migrantes porque carecen de herramientas tecnológicas Estudiantes hijos de jornaleros agrícolas carecen de las herramientas mínimas en sus hogares para avanzar en su educación básica, por lo que durante la pandemia, vagaban por los campos o eran sometidos al trabajo infantil en actividades de pizca o bien quedándose a cargo de los hermanos menores. Así lo dio a conocer la encargada del Programa de Atención Educativa a Población Escolar Migrante – AEPEM- Flor Vargas.
“Los alumnos volvieron a sus escuelas con entusiasmo por estar nuevamente en las aulas, considerando que la situación que privaba entre ellos durante la pandemia era bastante difícil, puesto que en sus hogares no cuentan con las herramientas mínimas necesarias para avanzar en sus estudios básicos. Raramente cuentan con televisión, mucho menos pedir que tengan acceso a tecnologías cibernéticas.
O andaban vagando por los campos o eran sometidos al trabajo infantil en las pizcas de chile y cebolla o se quedaban a cargo de los más pequeños”, dijo.
Agregó que se calcula que son alrededor de 600 alumnos los que retornaron a las aulas en 33 centros educativos ubicados en 20 municipios de la entidad estatal, mientras que en otros puntos del estado –principalmente del noroeste- no se ha logrado tener apoyo de las alcaldías por lo que el regreso a las actividades escolares se mantiene en espera.
“En algunos municipios, a pesar de que las escuelas cuentan con la infraestructura e instalaciones, las autoridades locales hasta ahora no han intercedido para lograr este propósito, por lo que los maestros de aquellos centros educativos ubicados en Janos, Nueva Casas grandes, Casas Grandes y Galeana, están a la expectativa del arribo de nuevos funcionarios municipales más interesados en beneficiar la educación de las niñas, niños y adolescentes hijos de familias de jornaleros agrícolas, para retomar las gestiones”, apuntó.
Dijo que la mayoría de los Centros Educativos para niñas, niños y adolescentes hijos de familias de jornaleros agrícolas migrantes laboraban bajo el modelo CASA desde hace meses, con excepción de algunos ubicados en la zona norte de la entidad, donde una importante cantidad de centros educativos, sobre todo los ubicados en los municipios de Janos, Nuevo Casas Grandes y Galeana, tienen graves problemas con la instalación de servicios de agua, drenaje y energía eléctrica en vista de la nula colaboración de las autoridades locales de aquellas entidades.
Vargas agregó que a pesar de las carencias en ciertos casos, los 33 centros educativos del programa respondieron a la Estrategia de Regreso a Clases con las medidas precautorias de cuidados de la salud y cumplimiento de los protocolos establecidos para ello, adaptados a las condiciones que presentan dichas escuelas.
“Para la transición al modelo “Estrategia de Regreso a Clases” no hubo problemas significativos. Previamente se realizaron reuniones con padres de familia, se limpiaron las escuelas y se llevaron a cabo algunas labores de mantenimiento con los implementos canalizados a través del recurso federal Programa de Atención Educativa a Población Escolar Migrante AEPEM 2020, los cuales fueron bastante oportunos para este efecto”, aseguró.
Desplaza la violencia del sur del país a jornaleros; llegan a trabajar y se quedan En el sector Oriente de Delicias se ubica el albergue “Laderas del Norte”, que recibe a las familias jornaleras cada año. Alrededor de ese espacio, se ha dado un crecimiento exponencial conformado por los jornaleros migrantes que optan por quedarse en la ciudad.
Hombres y mujeres que viven en el sector conocido como “Ampliación Laderas del Norte”, huyen de la violencia en el sur del país y deciden establecerse en esta región.
Según vecinos del lugar, hasta hace poco más de 4 años, el albergue “Laderas” se encontraba en un sitio prácticamente despoblado, hoy día, decenas de casas en proceso de construcción -con block, madera, láminas y hasta tela- lo rodean aunque el “desarrollo urbano” se muestra únicamente en el número de viviendas no así en la calidad de las mismas. Además, la inseguridad en el sector se ha convertido también en un problema.
Allí, habitan familias de jornaleros originarios principalmente de Oaxaca, Guerrero y Michoacán quienes en algún momento llegaron a trabajar y decidieron quedarse en un intento por sortear la violencia y mejorar de alguna forma.
“No quisimos volver porque allá –en el sur- la violencia está muy fea y más que nada lo hacemos por los niños, para que tengan una oportunidad de vida”, dice una mujer que este día se quedó en casa en espera de que su marido logre tener una buena jornada de trabajo.
Los menores hijos de esas familias, aunque no viven en el albergue, acuden también a la escuela que está al interior de este, porque en otras instituciones es difícil que los acepten. El rezago educativo es el mayor problema de esos niños. De la violencia, algunos aún no conocen todas sus caras.