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El perseguidor de la mueca torcida

Ya en casa, en el sueño inquieto el delirio siguió atormentándolo...

Froilán Meza Rivera

viernes, 26 mayo 2023 | 09:23

En el sueño que tuvo acostado y durmiendo ya en su propia cama, Fernando Barco era perseguido por el mismo sujeto monstruoso y contrahecho que había corrido detrás de él apenas hacía unos minutos, en el callejón.

Toda la noche, durante la borrachera que cultivó el Fer zambutido en el rincón del más oscuro y apestoso antro de la zona de tolerancia, estuvieron llegando a su cerebro, como relámpagos de luz, unas visiones de muerte. En esos brevísimos delirios, la sombra de un demonio lo atacaba con un puñal curvo que le destrozaba los intestinos.

Cada vez que acudían a él esas pesadillas, Fernando soltaba unos aullidos tremendos que asustaban al resto de los parroquianos de aquel local nublado de humo de tabaco. El encargado terminó por echar al "loquito" a la calle, a petición de la concurrencia.

Sin dinero para tomar un taxi, Fernando caminó a su casa, y en el camino lo persiguieron las mismas sombras armadas de filos metálicos. Bajo la luz de una lámpara en una esquina, el acosado borrachín pudo verle el rostro a uno de esos fantasmas, y lo que vio lo llenó de espanto: además de una mueca torcida y un solo ojo útil, su perseguidor tenía el cuerpo chamuscado, y deformes las piernas y brazos, tal y como si hubieran echado al fuego un muñeco de plástico.

Corrió Fernando, corrió incontables minutos como si de esa carrera dependiera su vida.

Ya en casa, en el sueño inquieto el delirio siguió atormentándolo. Acorralado y sintiendo su fin inminente, tomó él un cuchillo y se defendió del demonio que intentaba matarlo, y se pudo salvar gracias a que el fantasma deforme recibió varias heridas de manos de Fernando.

Cuando se vio libre de la infernal persecución, pudo el delirante tener unas horas de sueño más tranquilo, hasta que despertó esa mañana de domingo, con el sol ya alto en el cielo.

Al siguiente día, lunes, los periódicos dieron la noticia:

"Un sujeto ebrio mató a su esposa de seis puñaladas en diferentes partes de su cuerpo, durmió con el cadáver y luego intentó quitarse la vida colgándose de un árbol del patio de su casa, pero afortunadamente llegaron policías y vecinos que evitaron su muerte".

Las notas seguían así:

"Después del aviso de los vecinos, acudió al lugar la unidad policial 956 a cargo del agente Márquez, a quien le informaron que la víctima se encontraba en la vivienda, y al pasar el policía, vio que la señora estaba ensangrentada en la cama, con heridas punzopenetrantes en el pecho. Al revisarla, no mostraba signos vitales, por lo que el agente salió y desde la patrulla solicitó una ambulancia y la presencia del Ministerio Público".

El fin trágico para Fernando, sin embargo, fue postergado para otra ocasión:

"Cabe señalar que, al salir el policía de la vivienda, el esposo de la lesionada, Fernando Barco, de 43 años, aprovechó el haberse quedado solo para salir al patio y colgarse del cuello atando una hamaca vieja a un árbol. Pero su vecino, el señor Hernández, salió rápidamente de la casa para avisar al agente lo que pretendía el marido de la lesionada, por lo que fueron dos policías al interior junto con el vecino y, mientras los agentes sujetaban el cuerpo, el propio vecino cortó la hamaca con una navaja para bajar todavía con vida a Barco".

Así fue como tuvo por fin la paz el espíritu atormentado de Fernando, quien quedó sujeto a ser investigado como principal sospechoso del homicidio de su esposa.