Qué miedo! Sólo de imaginar lo que vivió el señor del taxi, solitario, en plena oscuridad, con todo el ambiente macabro de la zona de los panteones...
Froilán Meza Rivera
lunes, 18 septiembre 2023 | 05:00Dicen que el taxista de la leyenda se ha de haber olido algo, algo habrá maliciado, porque ¿cómo fregados vas a todos lados con esa señora arriba del carro, y ella ni te platica de nada, ni te dice qué va a hacer, ni nada? Y el conductor, como si no existiera. Pero claro que existió, y se ha de haber muerto de miedo.
¿Conoces la leyenda de los siete templos? Creo que ya la publicaste, pero, en resumen, es un taxista que levanta a una supuesta clienta a media noche, y que le pide que la lleve al templo fulano, y luego al templo zutano, y así, hasta completar siete, y pide entonces que la lleve al Panteón de Dolores, y ahí le entrega ella una joya como prenda, y le da una dirección de un familiar suyo para que le entregue a él la joya y cobre el servicio, más una propina. Pero la mujer se mete al panteón, ¡con el portón cerrado! Y al final, en la casa a donde va a cobrar, le revelan al taxista que la dama con la que anduvo toda la noche en la visita a los siete templos, había muerto varios años atrás.
¡Qué miedo! Sólo de imaginar lo que vivió el señor del taxi, solitario, en plena oscuridad, con todo el ambiente macabro de la zona de los panteones... y después de haber visto cómo la mujer vestida de blanco le entrega la prenda. Ha de haber tenido ella las manos heladas como de muerta, y la expresión triste de alguien que se fue del mundo siendo tan infeliz, tan incompleta. Son los ojos de la muerta profundos, melancólicos, ojos que ya vieron la inmensidad de lo infinito, que presenciaron ya tal vez los horrores del infierno... ¡Qué no habrán visto ya semejantes ojos!
Las mujeres de blanco están presentes en muchas leyendas, en muchos relatos de primera mano de la gente común y corriente.
Cuentan también que, en el trayecto a Santa Eulalia, tienes a fuerza que pasar por un cementerio. Es un lugar solitario, arrinconado entre un cerrito y atravesado por un arroyo del que cuentan que ya se ha llevado ataúdes.
Si vas a la altura del panteón en la carretera, de noche, es posible que ahí se te aparezca una señora de blanco, y que te haga el alto, como pidiéndote aventón.
Si reaccionas como un caballero y te estacionas para llevarte a la dama, se te desaparece así nomás, o bien te da chanza de que le eches una ojeada a su espantosa apariencia de cadáver en putrefacción antes de desvanecerse a tu lado.
Hay quienes dicen que la han sentado en el mero asiento del copiloto y que, si la ves que es hermosa y tratas de llegar a un acercamiento con ella, entonces sólo te mira a los ojos y desaparece, no sin antes ofrecerte el regalo de un viento frío que te hiela los huesos y te introduce un miedo de muerte.
Y si te pasas de largo, desconfiado en que no te vayan a poner un cuatro y te asalten, entonces se te aparece sentada en el carro, o se te cuelga en el vidrio delantero del carro. Y desaparece cuando pasas el cementerio.
Así es la dama de blanco.