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(Entregan las llaves de la ciudad)
Por: Oscar A. Viramontes Olivas
domingo, 15 noviembre 2020 | 05:16violioscar@gmail.com
Maestro-investigador-FCA-UACh
Todos estaban listos para recibir al Presidente don Porfirio Díaz Morí en la ciudad de Chihuahua en octubre de 1909, pues su tren ya se enfilaba hacia la estación de ferrocarril al este de la capital en un entorno de unidad ante la figura presidencial donde el paisaje, también hacia marco de referencia para que el octogenario personaje tuviera un buen recibimiento, en un lugar donde alguna vez había llegado por primera vez en tiempos del Benemérito de las Américas don Benito Juárez, donde dos ríos convergen para “apagar la sed” del suelo seco y arenoso, el Chuvíscar y el Sacramento en el paraje llamado “La Junta” en medio de un clima extremoso, donde el verano quema con sus intensos rayos del sol y en invierno quema con sus gélidas temperaturas lo más profundo de la piel; ese es Chihuahua, tierra de valientes y de hospitalidad sin límites, la que le abriría sus brazos al gran don Porfirio.
En la estación estaba la amplia comisión de funcionarios, empresarios y profesionistas que con mucha paciencia esperaban “al amigo” como le decían a don Porfirio, ahí estaban varios personajes presididos por el ilustre Gobernador del estado Enrique C, Creel y con él, los presidentes del Congreso y del Supremo Tribunal de Justicia don Manuel Prieto y don Carlos Muñoz, respectivamente; los generales, don Luis Terrazas y Manuel M. Plata: don José María Sánchez, don Guillermo Porras; senador don Juan Terrazas; el empresario don Federico Sisniega; don Luis Terrazas hijo con Donaciano Mápula; don Martín Falomir; el doctor don Canuto Elías; don Otto Kuck, Vicecónsul del imperio de Alemania; don Alberto Terrazas, don José Asunsolo, quien sería el afortunado en estragarle las llaves de la ciudad; don Juan a C. Creel, doctor don Miguel Márquez, don Francisco Prieto, don Bernardo Urueta, Manuel L. Luján, Joaquín Cortázar Jr., don José María Gándara, Francisco Muñoz, Lorenzo F. Arellano, don Guillermo Dale, don Eduardo Moye, don Carlos Cuilty, don Guillermo C. Moye, Juan Nájera, Melitón Ordaz, coronel don Antonio Ramos Cadena, don Andrés Bunsow, profesor Alberto Vicarte, don Eduardo Bárcenas, Carlos A. Nieto, don Severo I. Aguirre, don Manuel Rubio, don Felipe Lugo, don Juan de Dios de Millícua, Guillermo Urrutia, don Francisco Terrazas, Manuel Rocha y Chabre y don Henry Nordwald.
Además de este cúmulo de importantes personalidades, se encontraban también miembros del ejército, empleados federales, comisiones de diversos sectores económicos de la ciudad y del estado; de la banca, la minería, agricultura, industria; sociedades de obreros; comisiones de corporaciones y gremios sociales, que sin duda, hacían un preámbulo para recibir al Presidente de México. Todos bien peinaditos, perjumados y con sus mejores atuendos, esperaban nerviosos la llegada del “Héroe de mil batallas” que de pronto, el silbato de ferrocarril se escuchaba ya muy cerca y todos los ahí congregados, estaban más que nerviosos esperando estar en el mejor lugar para la foto del recuerdo. La espera había valido la pena, pues el convoy presidencial “pisaba” la estación Central a una velocidad ya lenta hasta que definitivamente terminaría de detener su marcha. En ese momento, una comisión de militares se apostaría en la parte donde bajaría don Porfirio para ayudarlo a descender. En eso, Díaz se levantaría contento de su asiento para bajar y pisar suelo chihuahuense; se le notaba en su rostro, una indescriptible emoción al llegar a una tierra que él consideraba prospera y de mucho empuje para el México que había gobernado por casi 30 años. Al momento de bajar, un cabo del ejército con toda gallardía tocaría el toque de corneta para que varios estruendos de cañones fueran la señal para recibir con todos los honores que se merecía al presidente don Porfirio en una tierra de muchas luchas y conflictos, que la fueron moldeando a lo largo de los siglos y de acontecimientos que quedaron por siempre en los libros de la historia local y nacional; en una tierra como lo describiría Fernando Jordán en su libro “Crónicas de un País Bárbaro” donde para él, el estado de Chihuahua era un enorme lugar y ciertamente distinto por su historia y geografía a los estados del centro y sur de México; bárbaro, porque si no fuera suficiente la historia para confirmarlo, Jordán lo bautizará como sinónimo de “fuerza y de voluntad de un supremo e invencible anhelo por la libertad”.
Se comentaba en los medios de comunicación la llegada de don Porfirio, en el caso de la Revista Chihuahuense del historiador José María Ponce de León comentaba en uno de sus artículos lo siguiente: “Sí bajo la celeste perspectiva cercana a los linderos del río de La Junta, pequeños hermosos oasis en el cálido verano se levanta una amplia plataforma que tiene por remate un “cimborrio” (cuerpo cilíndrico que sirve de base a la cúpula y que descansa sobre los arcos torales o principales), sostenido por columnas sobre el que se yergue hasta que ostenta nuestro Pabellón Nacional; el adorno, con que está decorado consiste en festones y guías de flores y luces, ostentando en sus coordenadas cimientos, escudo y bandera de naciones extranjeras con quién la nación mexicana cultiva relaciones internacionales; la parte baja que le sirve de rampa artificial hasta el arco de la ciudad, cubierto de una flamante alfombra en este lugar, preparado de antemano como si fuera la portada que da albergue regio al hijo amado de la Patria, vencedor en la paz, de la guerra y en el corazón de su pueblo.
Bajo ese arco, símbolo de paz por su color, el señor don José Asúnsulo alcalde de la ciudad de Chihuahua (1907-1910), con una brillante alocución, significativa y elocuente con varias frases sinceras que despertó el respeto y patriotismo a la bienvenida del señor Presidente, poniendo en sus manos dos llaves artísticas que tienen el “ojo y el paletón” de oro macizo y la barra de plata oxidada; en la cintura, torneadas incrustaciones de esmeraldas y perlas con rubíes, símbolo de color de la bandera mexicana en el paletón. Una de ellas estaba grabada la siguiente inscripción: “Chihuahua se honra abriendo sus puertas al señor Presidente de la República, general don Porfirio Díaz, octubre de 1909”. La otra llave que se le obsequió a don Porfirio por parte del alcalde Asúnsulo, tiene en la misma parte anterior como de la posterior, la siguiente dedicación: “Recuerdo de Chihuahua: al señor general don Porfirio Díaz”, guardadas en un precioso estuche de terciopelo y raso, teniendo sobre su tapa superior e inferior el monograma de oro con las iniciales “P.D.”, ofreciéndole además los emblemas de hospitalidad con cuatro ánforas estilo griegas para la sal, el vino, el aceite y el agua.
Después de todas estas actividades protocolarias por parte de las autoridades de Chihuahua, don Porfirio bastante emocionado y con semblante de asombro por el cariño de los habitantes de la ciudad de Chihuahua, contestaría esa muestra de aprecio con varias frases de elogio, no menos elocuentes, manifestando lo siguiente: “Pueblo de Chihuahua, con mucho cariño, aprecio y profundo sabor de Patria, recibo todas estas muestras de admiración que la verdad, me han abierto muchas emociones escondidas. Agradezco el honor que se me brinda al entregarme las llaves de esta bella ciudad de progreso, las cuales, me permitirán acrecentar esos deseos de seguir construyendo una Patria cada vez mejor al lado de gente como ustedes; a las autoridades, les agradezco mucho sus atenciones; a todos los representantes de los sectores productivos del Estado; al señor gobernador don Enrique C. Creel, hombre que ha sido ejemplo para México en muchas actividades de la función pública y como empresario, además de ser un gran ser humano. Al alcalde don José Asúnsulo, por ese gran detalle en nombre de todos los chihuahuenses, al entregarme las llaves de la ciudad que actualmente preside y finalmente, a cada habitante de este progresista lugar, mi sincero agradecimiento y les digo, que siempre los llevaré en mis pensamientos”. De esta manera concluía su discurso ante cientos de personas en los patios de la estación Central del ferrocarril. Esta crónica continuará…
¡Extra, extra! Don Porfirio visitará Chihuahua en octubre, forma parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas de Mis Recuerdos. Si usted desea adquirir los libros sobre Crónicas Urbanas de Chihuahua: tomos I al XII, pueden llamar al cel. 614 148 85 03 y con gusto se los llevamos a domicilio o bien, adquiéralo en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111); La Luz del Día (Blas Cano De Los Ríos 401, San Felipe) y Bodega de Libros.
Fuentes:
Creelman, James, “Presidente Díaz: hero of the Americas”, in Pearson’s Magazine, XIX, 3. En México la entrevista fue publicada íntegramente los días 3 y 4 de marzo de 1908 en el diario El Imparcial.
Relatos e Historias en México, núm. 92
Libro: Crónica de la Entrevista Díaz-Taft- Ayuntamiento del Municipio de Chihuahua, 1993.
Fotos. Instituto Nacional de Antropología e Historia-INAH.
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