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La Columna de El Diario
sábado, 13 abril 2019 | 21:03Chihuahua ocupa uno de los primeros deshonrosos lugares en agresiones y homicidios contra mujeres a nivel nacional.
La descomposición social que provoca este fenómeno está por encima de la autoridad, severamente cuestionada por ello pero no única ni directa responsable. Del círculo culpable no escapan la mayorías constituyentes de la sociedad.
Se llega al extremo de suspender clases en una institución educativa con miles de estudiantes para visibilizar un crimen que va mucho más allá de lo que pueda hacer o no hacer una autoridad, que por su naturaleza carece de la posibilidad de remediar el problema, por más políticas públicas que implemente.
Existe un problema grave en las calles, sí, pero también un padecimiento social muy importante que inicia en la intimidad de las personas y su entorno inmediato. Ahí la policía no puede entrar. Las medidas de vigilancia se quedan fuera.
Es un monstruo de mil cabezas, donde el gobierno sólo es una pieza de todo el rompecabezas.
Es indispensable, por lo tanto, una acción coordinada de todos los actores sociales, y no las simples medidas punitivas o de persecución. La prevención desde múltiples vertientes es indispensable.
Existe un fenómeno, una especie del delito de género, que durante los últimos años ha tomado relevancia y que coloca a las mujeres en un grave riesgo... también a los hombres pero en el caso de las mujeres adquiere mayor relevancia mediática por su gran frecuencia a lo largo de la historia.
Se trata de las llamadas relaciones tóxicas que terminan con la comisión de delitos de lesiones e incluso homicidio, provocadas por celos o patologías similares, que abundan por todo el territorio nacional.
Ciudad Juárez y la ciudad de Chihuahua frecuentemente dan de qué hablar en ese sentido. Hay un círculo de desgracias que gira y gira sin descanso sin que el análisis y la acción vaya más allá de lanzar culpas a la policía; nunca en detenerse a revisar lo que ocurre en casa, en la formación escolar, en el círculo de amigos...
El caso de Dana Lizeth Lozano Chávez ha estremecido la frontera desde el momento que su cuerpo fue hallado navajeado en un parquecito del mismo sector donde cursaba sus estudios, la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ).
Igual que otros casos semejantes el impacto emocional social fue traumatizante. Primero fue identificada como una mujer muerta, luego como una estudiante universitaria de apenas 18 años... Al final todos sus datos personales. Conmoción por la crueldad excesiva.
Casi en automático las miradas de rabia fueron dirigidas a la policía; en el río revuelto fue canalizado el enojo por intereses políticos partidarios hacia la autoridad municipal; hubo movilizaciones en ese sentido, casi de inmediato fue sabido que el autor del atroz crimen fue nada menos que su exnovio celoso y ‘misógino’ (según fue definido en audiencia judicial).
Quedó aclarado el móvil de la tragedia, pero dejados sin clases miles de alumnos de la UACJ durante toda una semana en una acción de plano irresponsable auspiciada por actores externos al campus.
Flotó en ciernes igualmente una reflexión profunda sobre la recurrencia de ese tipo de delitos. ¿Cómo evitarlos cuando la agresión y hasta la muerte ‘pasean’ de la mano por la banqueta… o duermen en la misma casa?
Casos como ese representan la punta del iceberg, en corolario de una relación tóxica que termina en feminicidio; peor todavía, advertida por amigos, hermanos, hermanas... por la familia.
Una autoridad sin sociedad poco podrá hacer para evitar más situaciones de agresión contra la mujer, sean o no los catalogados como feminicidios, menos pensando sólo en la coacción.
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Alejandra es ‘novia’ de Óscar Luis Acosta, exdirector de Tránsito Municipal. En agosto del 2018, durante una ruptura momentánea de su relación, golpeó él hasta provocar serias lesiones a un ‘amigo’ de ella después de una reunión en un conocido restaurante de Ciudad Juárez. El pleito estuvo a unos centímetros de la fatalidad... ¿y sigue estando?
Es una trama que se encuentra en espera del juicio oral; el agresor ha justificado su acción en que se sintió amenazado y niega los celos como móvil.
Los golpes a la víctima fueron calificados como graves por sus consecuencias internas, con fracturas en nariz y costillas. Esta semana el asunto tomó relevancia de nuevo porque hubo audiencia judicial. El proceso penal adquiere plena vigencia como ejemplo correspondiente.
El asunto tomó mayor importancia por los cargos públicos que en su momento desempeñaron ambos, Alejandra y Óscar Luis. Además Acosta conocido como catedrático con licencia justo en la Autónoma de Ciudad Juárez. Son personajes familiares para la comunidad juarense.
La agresión tiene como origen un móvil pasional indudable. Ella posteó recientemente en su red social una imagen donde aparecen juntos ¡nuevamente!, a pesar de haber participado Alejandra inicialmente en la denuncia respectiva contra Acosta.
Es la historia de todos los días en muchas de las relaciones amorosas. Pero no todas terminan simplemente en lesiones.
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En la ciudad de Chihuahua otro caso de celos culminó lamentablemente en homicidio. Sandra Sarahí terminó su relación con su novio Romel Ernesto.
Era una relación gravemente nociva. Había violencia y maltrato. Los hechos ocurridos en 2016 hoy encuadrarían en el delito de feminicidio que en aquel entonces no existía. Romel la encontró cenando en una fonda localizada en la colonia Villas del Real, al norte de la ciudad, con un amigo de ella. Sin mediar palabra le disparó en varias ocasiones.
Ella al punto de la muerte lo identificó como su agresor.
El homicida enfrenta una condena de 30 años de prisión por el delito cometido en contra de la joven mujer.
En la actualidad con el amplio catálogo penal seguramente estaría en presencia de una sentencia mucho más severa. Mínimo los 60 años de prisión más 20 adicionales por la violencia previa cometida en contra de ella durante el noviazgo.
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El feminicidio, de acuerdo con el Código Penal del Estado de Chihuahua reformado apenas a finales de 2017 para incluir dicha figura, es el homicidio cometido en contra de una mujer por razones de género, con una penalidad que puede llegar a los 80 años.
Esas razones de género se refieren a violencia sexual de cualquier tipo, lesiones, mutilaciones o cualquier acto que atente contra la dignidad humana, violencia física, psicológica, económica, patrimonial o de cualquier otro tipo contra la víctima, y misoginia.
El catálogo no termina ahí. Hay un aumento a la penalidad hasta de 20 años, cuando hay intervención de un servidor público o dos o más personas, vínculo por consanguinidad o afinidad, noviazgo o amistad, se cometa en menores de edad o adultos mayores, entre otros.
Como se observa, la lista de supuestos para castigar el homicidio de mujeres por razones de género es muy amplia.
¿Por qué entonces no se detiene este fenómeno que lacera a las mujeres?
De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública en un documento emitido en marzo y que cierra la estadística al 28 de febrero, la violencia en contra de la mujer no disminuye, al contrario, se incrementa.
Enero y febrero del 2018 presentaron 67 y 64 casos a nivel nacional. Un año después los números se incrementaron a 74 y 73 presuntos delitos de feminicidio.
2015 cerró con 407 casos, 2016 con 585, 2017 con 736 y 2018 con 870. En tres años hubo un incremento sustancial casi del 100 por ciento. Si antes se cometía un feminicidio ahora son dos.
Chihuahua como entidad se encuentra en los primeros lugares de la comisión del delito.
Evidentemente los tres niveles de autoridad han fallado pese a políticas públicas implementadas, incluida la sanción más severa a los delitos de género.
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Se supone que una mayor sanción tendría como consecuencia una disminución en los casos de agresión pero no ha ocurrido así.
Hoy todas las entidades federativas cuentan en su catálogo penal con el delito de feminicidio, cuando en 2015 eran contadas las que habían legislado al respecto.
Y estamos hablando de delitos de género, pero hay muchos delitos que no encuadran en el tipo penal específico que busca proteger a la mujer aunque tienen connotación pasional y necesaria relación entre géneros.
Hay homicidios de mujeres donde ellas no son asesinadas por ser mujeres, pero que lastiman profundamente a la sociedad atrapada en una profunda angustia y la impotencia de no hallar la solución al problema aun cuando justo ahí y no en el gobierno debe empezar el remedio.