(Primera de dos partes)
Isaías Orozco Gómez
jueves, 25 mayo 2023 | 05:00Aún con el triunfo de la lucha por la justicia, la libertad e independencia de los pueblos de América Latina y del Caribe, la cruel costra de injusticias en todos aspectos que generaron quinientos años de dominio del imperio monárquico-feudal-colonialista español como del portugués; no sólo se ha terminado de limar esa costra, sino que las diversas etnias originarias y mestizas que habitan todo el Continente Americano, siguen soportando la explotación de su fuerza de trabajo humana y el saqueo de su riqueza en recursos naturales, por los que, por todos los medios, tratan de hacer que sus pobladores permanezcan en situación atrasada, de debilidad, paupérrima, impotente, para continuar dominándola con mayor facilidad.
Empero, ante las agudas contradicciones características de Centroamérica, Sudamérica y el Caribe, vividas y sufridas sobresalientemente por las mujeres y los hombres trabajadores rurales, no sólo en el pasado sino hasta el presente, surgen auténticos líderes que encabezan movimientos revolucionarios pacíficos u obligadamente violentos, que consideran la lucha antiimperialista y antineoliberal, como la “segunda edición de la Guerra de Independencia” o como la segunda, tercera o cuarta transformación de su patria, de su matria, de su país o de su Estado-nación.
Difícilmente, después de la Segunda Guerra Mundial, encontraremos una república del centro y sur de América y del Caribe, que no haya transitado por el camino de la liberación nacional, de la protesta y la lucha de sus pueblos por sus reales intereses. Por pequeños que sean los países, la indignación popular no cesa y sigue creciendo.
En ese contexto, dada la emblemática obra del gobierno federal de la 4 T impulsada por el presidente de los EUM, Andrés Manuel López Obrador, que será el Corredor Interoceánico ubicado en el Istmo de Tehuantepec, que algunos consideran ¿infundadamente? como la mejor alternativa al Canal de Panamá, histórica y penosamente construido y dominado por el imperio capitalista; brevemente trataremos la realidad de este y la resonancia que tendrá la magna obra del Istmo de Tehuantepec.
Napoleón, a fines del siglo XVIII se interesó por negociar y abrir el canal de Suez, por lo que ordenó el levantamiento de los planos. Pero, sorprendentemente, fueron los saintsimonianos franceses los que concibieron la apertura del canal de Suez y el de Panamá, como parte de sus ambiciosos planes para recuperar al mundo.
Hasta el último día, el imperio colonialista español estuvo dándole vuelta al problema de tener un paso directo hacia la India. Siendo el inicial obstáculo, saber por dónde se abriría el canal. Francisco Miranda convenció al político William Pitt en Inglaterra para que se estudiase la ruta de Panamá. Charles Marie de La Condamine miembro de la Academia de Ciencias de Francia, propuso la ruta de Nicaragua.
A su vez, las cortes españolas, en 1814, propugnaron su construcción por el Istmo de Tehuantepec. Por su parte, Humboldt señaló nueve rutas posibles: cinco de ellas situadas en diferentes puntos entre Colombia y México. Todo era confuso. Como afirmaba Humboldt, siendo este un problema fundamental para el comercio del mundo, no se había hecho una exploración que sirviera de base a ninguna conclusión científica.
Entre otros personajes de la época, “el propio Goethe no vio el asunto con tanta claridad. Pero en algunos hechos mostró un olfato digno de un verdadero político. Humboldt -afirmaba Goethe-, con gran conocimiento del problema, señala algunos otros puntos quizá mejores que Panamá, para hacer el canal aprovechando las corrientes del Golfo de México. Pero yo me pregunto si los Estados Unidos dejarán que esta oportunidad se les vaya de entre las manos. Para ello es absolutamente indispensable –agregaba Goethe- hacer un paso del Golfo de México al Océano Pacífico, y, estoy seguro que lo harán…”.
Con esos antecedentes, ahora empiezan los proyectos. ¿Por dónde ha de construirse el canal? ¿Por Panamá? ¿Por Nicaragua? ¿Por Tehuantepec, México? El capitán James Buchanan Eads propone un ferrocarril a los “Gargantúa” en el Istmo de Tehuantepec, que reciba en el Atlántico los buques y los transportes al Pacífico en enormes plataformas rodantes…Sobre seis rieles, y arrastradas por tres juegos de locomotoras, aparecen en los dibujos del capitán las plataformas llevando los transatlánticos.
En ese lanzar ideas al azar o algunas veces acertadas para la construcción de un canal interoceánico (Atlántico-Pacífico), España desistió de cualquier proyecto. No así Francia, que por la exitosa construcción del canal de Suez, aceleró los trabajos en el de Panamá, creando la compañía para su construcción, presidida por Ferdinand María Vizconde de Lesseps, y su hijo: Charles de Lesseps como vicepresidente.
El nombre de Lesseps dio especial prestigio a la empresa porque había sido precisamente él quien construyera el canal de Suez. Sin embargo, los franceses que trabajaron por 20 años, a partir de 1880, para hacerse de la construcción del canal de Panamá, debido a las enfermedades que provocaron la muerte de mucha gente y a los serios problemas financieros, fueron forzados a retirarse. Incluso, fueron hechos prisioneros los Lesseps y otros funcionarios.
Francia trató de crear una nueva compañía del Canal de Panamá, fracasando nuevamente. Por lo que los EE.UU. mostraron su interés a los franceses en participar en el negocio pero sobre principios iguales y exigían que se les entregaran todos los derechos. Cediendo la compañía ante la presión.
El 4 de noviembre de 1903, la provincia panameña se separó de Colombia. El 6 de noviembre, el gobierno de los USA reconoció al nuevo Estado de Panamá. El nuevo gobierno de Panamá cedió de inmediato a los USA su derecho a la concesión, por lo cual pagaron a la república recién nacida 10 millones de dólares, y desde 1912 pagaban anualmente el “arriendo” por una suma de 250 mil dólares.
Así, los Estados Unidos, obtuvieron de Panamá no sólo la concesión a la realización de trabajos y el derecho para dirigir el canal, sino un “arriendo permanente” de carácter antijurídico y en condiciones leoninas de la zona del canal.
El artículo 3 del convenio establecía que Panamá le CEDÍA A PERPETUIDAD todos los derechos, potestad y plenos poderes. Se excluía por completo cualquier posibilidad de realización de estos derechos, potestad y plenos poderes por Panamá o cualquier otro Estado.
El “arriendo permanente” significó para el país centroamericano la COMPLETA PÉRDIDA DE SOBERANÍA sobre la zona del Canal de Panamá. Continuaremos en la segunda parte.