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GPS Dominical
domingo, 17 septiembre 2023 | 05:00Muy posiblemente la debacle de Sergio Menchaca Pizarro, líder de La Línea en una amplia región de la frontera de Ojinaga hacia el noroeste por Chihuahua y hacia el este hasta Coahuila, comenzó en mayo de 2021, cuando la Fiscalía General del Estado reportó el decomiso de varios autos de lujo de su propiedad.
Motejado su mundo con los alias de “El Menchaca”, “El Robin”, “El Duranguense” y “El Negrín”, reaccionó colérico ante una inesperada intervención de policías estatales en su zona de influencia, cuando le “reventaron” una bodega de El Oasis que le servía como una de sus bases de operaciones.
Ocho vehículos de mucho valor (Lamborghini Urus, Porsche, Mustang Shelby, algunas pickups más comunes y hasta un tráiler), algo de cocaína y unas armas largas fue lo reportado oficialmente como resultado del sorpresivo operativo que encabezó el comandante de la Policía Ministerial a cargo de la zona, Andrés Lara Durán.
Una semana después del decomiso, el comandante fue asesinado a balazos y su cadáver calcinado en la patrulla que manejaba. Fue emboscado por órdenes de “El Menchaca”, incluso es posible que él mismo haya ejecutado la tarea junto con más de 20 de sus hombres.
Esa fue su respuesta a una acción que le resultaba inexplicable al líder criminal, dado que asumía tener el control total en Aldama, Coyame, Benavides y Ojinaga porque tenía en su nómina a altos mandos policiacos y agentes a su cargo, funcionarios municipales y cualquier otra autoridad.
El comandante Lara Durán, con 10 años en la corporación, tenía experiencia como mando en varios municipios pequeños de la entidad. Fue a la cabeza de un operativo planeado para capturar al líder de la plaza, pero el objetivo ya estaba enterado con anticipación.
Así, decidió asegurarle bienes, a pesar de mensajes velados de que era mejor no molestar “al señor” que mandaba en la región. No hizo caso.
Aunque había ejecutado antes a policías estatales y federales, y estaba identificado como líder criminal desde unos 10 años atrás, fue desde mayo de 2021 que “El Menchaca” fue mermado en su capacidad de operación debido a innumerables operativos del estado y federales para su captura a partir de que mató al comandante.
Ello lo motivó a intensificar la diversificación de actividades criminales. El tráfico de migrantes era el negocio floreciente al que había extendido sus tentáculos la delincuencia organizada; Sergio ya le había dado probadas a ese pastel desde muchos años antes, cuando pasaba gente de un lado a otro de la frontera por unos cuantos dólares.
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Tres meses después de su venganza -y luego de varios intentos jurídicos por recuperar sus vehículos, hasta que la Fiscalía del Estado los puso a disposición de la Fiscalía Especializada en Delincuencia Organizada de la FGR- “El Menchaca” estaba resuelto a controlar el tráfico de migrantes al menos por el corredor Aldama-Ojinaga.
Los aliados de “La Línea” con los que tenía contacto le ayudaron en reportarle movimiento de “polleros” desde los puntos de concentración en la capital del estado, como la Central Camionera y las vías del ferrocarril de la zona sur de la ciudad, para completar esa tarea.
Desde mucho antes, tanto autoridades estatales como federales lo tenían ubicado como narcotraficante con un ejército importante de sicarios que era constantemente movilizado en la región. Junto con su gente era común que lo vieran en fiestas patronales, carreras de caballos y otras actividades.
Es más reciente su identificación como presunto traficante de personas, pero no como ejecutor directo de las tareas ni con alguna célula dedicada a eso, sino como protector, a cambio de cuotas, a “polleros” o grupos de migrantes que se atrevieran a aventurarse por el desierto a cruzar hacia Presidio u otros puntos despoblados de Texas.
Fue en agosto de 2021 cuando un grupo de 13 migrantes, todos mexicanos, de los estados de Chihuahua, México, de Durango y Querétaro, al parecer conducidos por “polleros” no alineados con “El Menchaca”, cayeron en manos de una de sus células ya casi en la línea divisoria.
Los detalles exactos no son conocidos, pero los supuestos que arrojan las investigaciones apuntan a que algunos de los 13 –que no han aparecido los cadáveres de todos- fueron torturados para saber si eran parte de algún otro grupo criminal y castigarlos por no pagar el correspondiente “derecho de piso”.
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A la desesperación y frustración por no haber recuperado sus legamente importados Lamborghini, Porsche y Mustang (el resto de los vehículos eran robados), siguieron decisiones erróneas como ordenar la muerte de los migrantes una noche de agosto de 2021.
Consumidor habitual de drogas y alcohol, “El Menchaca” pudo haber tomado la fatal decisión de desaparecer a los migrantes en un arranque visceral. Sufría constantemente desvaríos que lo hacían pensar que los del cártel rival iban a emboscarlo, que los suyos lo iban a traicionar o que en cualquier momento llegaría el Ejército a capturarlo.
Algunas versiones apuntan a que ordenó rematarlos a todos y repartir los cadáveres en varios puntos del tramo carretero entre Aldama y Coyame, en las rutas conocidas que siguen los polleros, pero luego instruyó sepultarlos en el punto donde finalmente fueron encontrados, El Pueblito.
En la estrategia del grupo criminal que encabezaba, el mensaje era claro para quienes quisieran pasarse de la raya en el territorio de “El Menchaca”.
El temor de cruzar esa zona desalentó por completo el uso de las rutas de la región para el tráfico de personas, a menos que tuvieran permiso de hacerlo. En la lógica criminal funcionó a medias la drástica y violenta medida adoptada, pero también era obvio que habría una gran reacción ante la desaparición de las víctimas.
Tras hacerse público el caso y ganar notoriedad nacional, también ese negocio delincuencial dejó de marchar bien para “El Menchaca” y su grupo, cada vez más cercado por sus propios demonios, así como por búsquedas constantes que fueron resultado de la presión de los familiares de los desaparecidos.
La presión pública, las frustraciones no superadas por negocios fallidos y los problemas psicológicos que cargaba el líder criminal, producto de años de adicciones y de encabezar una mafia que asesinaba a sangre fría con cualquier provocación, lo llevaron a entregarse a la autoridad estadounidense en Presidio el 16 de agosto de este año.
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Es muy poco lo que ha trascendido de “El Menchaca” tras su detención en Estados Unidos, donde supuestamente ha pedido un trato como testigo protegido que estaría por autorizarse.
Obviamente el hallazgo de casi todos los migrantes desaparecidos en 2021 fue posible por la colaboración entre agencias de seguridad de los dos países, luego de que Menchaca Pizarro hablara con los policías norteamericanos y ofreciera información valiosa de sus operaciones.
Hasta el momento es imposible confirmar si se entregó para salvar el pellejo de una muerte segura que le llegaría por la traición de su mismo grupo o si todo fue producto de sus delirios; otras versiones apuntan a que rindió la plaza a un par de rivales internos de la misma organización criminal antes de que lo mataran. Todo es posible.
Sin embargo, los reportes recientes de la Fiscalía del Estado apuntan a que la gente del líder criminal ahora detenido en el país vecino sigue operando el negocio del tráfico de personas y de drogas, abastecidos por sus aliados dentro de Chihuahua y del estado contiguo de Coahuila, hacia donde se extienden los brazos de la célula de Ojinaga.
Además, ante la pérdida de control y el escándalo que representó la brutal muerte de los 13 migrantes mexicanos en esta parte del territorio estatal, las dos o tres rutas usadas por polleros parecen haberse reactivado, diluidos en parte los temores que antes existían.
Hay señales de ello, de nueva cuenta, en los puntos de enganche de migrantes ubicados en la zona sur de la capital del estado, donde taxistas, camioneros, vendedores de todo tipo, sirven directa o indirectamente a quienes se dedican al inhumano negocio del tráfico de personas.
La caída de “El Menchaca” y el derrumbe de al menos una década de control criminal en la región obligan a no descuidar una región valiosa para la delincuencia organizada, que ha encontrado otro nicho en el desatendido fenómeno migratorio actual.