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Daniel García Monroy
domingo, 24 febrero 2019 | 01:25“¡Chiquitibum a la bim, bom, ba, Roma, Roma, ra, ra, ra!”. En poquísimas competencias internacionales (de lo que sea) llegamos los mexicanos como favoritos. Hoy es el día ¡en Hollywood! En un certamen cinematográfico con sede en el imperio. Que tan sólo por eso se catapulta visualmente a nivel mundial. Querámoslo o no, todos los mexicanos estamos expectantes. No importa si este fue un año bastante fofo y desangelado en materia del séptimo arte a nivel mundial; ni tampoco si “Roma” esta infladita o sobrevalorada; ni si los “demócratas” de la Academia quieren fastidiarle el domingo al amo supremacista blanco Donald Trump. --Saquemos las matracas y los sombreros zapatistas, hasta el subcomandante Marcos, estará pegado a su televisor satelital fumando su pipa, pues que caray.
Lo que vale es que queramos sonreír-compartir-gozar del triunfo internacional de un director compatriota “chilango” (que ya lo ha saboreado); junto a dos actrices mexicanas --una indígena otra mestiza; las dos ganadoras ya, por la sola nominación--, y por los demás técnicos-artistas connacionales en competencia. Patrioterismo estéril, dirán algunos, no sin razón. Pues no le hace. Por qué, que nos queda para festejar como país: primer lugar mundial en homicidios y masacres, campeones en corrupción política impune, líderes en asesinatos de periodistas y activistas sociales, récord mundial en obesidad, diabetes y enfermedades cardiacas. No pues, ni hablar, mejor embriaguémonos momentáneamente con un pinche Oscar, o dos o tres, para olvidar, para olvidar…
Justo es exponer que “Roma” es una película trascendida, atravesada y rendida a los pies del mejor cine italiano de hace 60 años. Realizada con maestría por su director, Alfonso Cuarón, que queriendo o no, con su buen trabajo, le hizo homenaje, copiando de forma excelsa, a lo mejor de los creadores del neo-realismo cinematográfico italiano: Vittorio de Sica (“Ladrón de Bicicletas”), Luchino Visconti, (“La tierra tiembla”) y claro y evidente, al gran maestro el cine mundial Federico Fellini. (“8 y medio”),
De dónde si no, provienen ese blanco y negro; esos planos secuencias lentos, lentísimos; esos travellings y paneos maravillosos, que nos alimentan la curiosidad por lo que vamos a ver-anticipar, antes de descubrir la imagen adventista en la pantalla “chica” de nuestra televisión de plasma de 32 pulgadas; a la que Netflix nos obligó a ver su “Roma” de 17 millones de dólares de costo de producción, por su negativa financiera de negociar con el duopolio mexicano de las salas de cines.
Hasta el tema argumental, la biografía infantil, tal cual lo realizó Fellini en “8 y medio”, una de sus mas descomunales obras. –Si algún lector que está leyendo esto, no ha visto esa película italiana de 1963, por favor, háganse un favor, búsquenla en YouTube o donde sea y ¡disfrútenla!--.
En el caso de la producción cinematográfica, es más que válida la máxima de que no existe nada nuevo bajo el sol. Nadie puede en desacuerdo estar. Descubrimiento de lo bien copiado, que en nada desmerece la impresionante ejecución de lo realizado en “Roma”; sólo debe haber un reconocimiento de la raíz histórica de tan premiada producción, desde ahora: clásico mexicano.
Y justo es revisar un poco el camino recorrido por el cine mexicano para potenciarse hasta su actual reconocimiento internacional. Hace ya casi 60 años que “Macario”, una de las más impresionantes películas del maestro chihuahuense Roberto Gavaldón, (nacido en Jiménez en 1909), fue el primer film nacional que aspiró al título de mejor película extranjera en Hollywood. Su creador, don Roberto, componente básico de la trilogía de los mejores creadores de la época de oro del cine mexicano, junto a Emilio el “Indio” Fernández y a Fernando de Fuentes.
Después vino “Animas Trujano” de Ismael Rodríguez en 1961. “Tlacuyan” de Luis Alcoriza en 1962, Luego del director chileno Miguel Littín y filmada en el cercano municipio de Aquiles Serdán, “Actas de Marusia” en 1975. Al cabo de 25 años de oscurantismo cinematográfico nacional –una generación perdida, donde lo mejor fueron “Las Ficheras” de López Portillo, una con las cuales al final casó, dicho sea de paso-- se realizó “Amores perros” de Alejandro González Iñárritu, en el 2000. La gran perdedora histórica del Oscar, ante un infame film de saltimbanquis chinos. “El crimen del Padre Amaro”, -de tema tan actual entre tanto violador de la santa Iglesia Católica Apostólica y Romana--, fue nominada en el 2002. En el 2006 fue “El laberinto del Fauno” muy buena perdedora, pero un tanto más española que mexicana, por eso no dolió tanto. Cinta que permitió al jalisciense Guillermo del Toro, catapultarse como director de nivel mundial. En 2010 “Biutiful” hizo aparecer de nuevo en el Teatro Kodak a González Iñárritu, pero volvió a perder como película extranjera. Nueve años después por primera vez en la historia una película absolutamente extranjera podría ganar el Oscar a la mejor película del mundo, compitiendo con todas las producciones de USA-Inglaterra, (wow, wow, wow); y si no, el premio de consolación no será nada menor Por primera vez también, artistas mexicanos se podrían llevar la estatuilla a la mejor película extranjera, made in chilangolandia; y también a mejor director, mejor guion y otros seis premiecillos más: La neta van a dar ganas de llorar.