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Víctor Guzmán
jueves, 31 enero 2019 | 01:06En México existen 2.4 millones de mexicanos sordos, de los cuales, 84 mil 957 son menores de 14 años. De éstos, sólo 64 por ciento, es decir 54 mil 372, asiste a la escuela, según datos de la última Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2014.
“Con las manos hablamos y con los ojos escuchamos”, es una de las frases usadas para dar a conocer sus derechos ante una sociedad que desconoce la forma de comunicarse con ellos.
Existen reglamentaciones internacionales y nacionales que benefician a este grupo relegado de personas, como lo es la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, proclamada en mayo de 2008 por la ONU, la cual pretende asegurar el goce pleno de los derechos humanos para todas las personas con discapacidad, a través de la accesibilidad al entorno físico, social, a la salud y a la educación.
En el ámbito federal, la Ley General para la Inclusión de las Personas con Discapacidad, publicada en 2011, señala la promoción del derecho al empleo en igualdad de oportunidades.
Sin embargo aún con estas legislaciones, las oportunidades de obtener una vida digna o un trabajo bien remunerado son mínimas. Las instancias de gobierno no están preparadas para atender personas con sordera, de la misma forma, las instituciones educativas, carecen del personal especializado para ofrecer estudios con lenguaje de señas mexicanas (LSM). Con ello permanecen marginados de los estudios y de múltiples actividades cotidianas.
Quizá metiéndonos en los zapatos de los sordos, podremos comprender, aunque sea sólo un poco, su mundo y la impotencia de no ser reconocidos, el imaginar que tan difícil es darse a entender, con señas coloquiales o universales. No con LSM ya que es desconocido por la mayoría.
La directora del Centro de audición y aprendizaje AC (Cicaa), Maribel Eufrasio comenta que “Existe un alto porcentaje de sordos que tiene rezagos en temas como sumar, comprensión de lectura y con muy poco conocimiento de historia”. Manifiesta que el inicio para el aprendizaje de cualquier índole es la comunicación, de ahí en adelante surge cualquier otro desarrollo.
La especialista señala que hay una falta de percepción y sobre todo de interés en darse cuenta de la existencia de dicho problema. Los ejemplos saltan a la vista; un ciego o una persona en sillas de ruedas, se les atiende porque se percibe visualmente, sin embargo un sordo no. El sordo, lleva consigo problemas de acceso al mundo y graves problemas de autoestima, no hay cultura en la sociedad para la atención de dicho problema. Son invisibles ante la sociedad.
Algunos medios de comunicación han implementado espacios dedicados a los sordomudos, promoviendo la inclusión social, situación que debe ponerse en práctica en los diversos espacios de los medios electrónicos.
Sin duda hace falta mayor interés en atender problemas de este tipo, la discapacidad es una realidad, y quizá no la entendamos hasta que llegue a nuestra puerta de manera directa o indirecta a través de un familiar o amigo.
Escuelas sin rampas para ascender al segundo piso, calles sin nomenclaturas braille para invidentes, falta de intérpretes de LSM en empresas e instituciones; transportistas que no permiten el ascenso de un perro guía, estacionamientos usados por personas que no lo requieren, y la falta de oportunidades en trabajos dignos. Sólo son pequeñísimos ejemplos de la realidad. La mayoría de las veces no nos damos cuenta, - no hay espacio para pensar en los demás-.