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Opinion

Feminismos

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Daniel García Monroy

sábado, 07 marzo 2020 | 21:37

Sin quitarle un ápice al valor y trascendencia del movimiento nacional e internacional a favor de los derechos de equidad de género, que inteligentes y valientes mujeres están construyendo, necesario es revisar, separando lo positivo de lo negativo, que como todo fenómeno humano, esta afortunada y necesaria revolución mujeril, está proponiendo y generando. 

Primero: Ser mujer no significa en automático ser buen ser humano. Perdón. Ser feminista tampoco. Igual que ser varón no significa “per se” ser un monstruo malvado condenable. Pareciera que a las feministas les ha beneficiado de gran manera el hecho incontrastable de que el machismo como concepto, se ha adueñado en la cultura nacional de lo negativo absoluto de toda conducta aborrecida como instinto-animal-hombril. Luego como significado reflejo: si machismo es sinónimo de malo, su antónimo el feminismo es sinónimo de todo lo bueno.  Lo cierto es que el género que nos divide dentro del reino animal al que pertenecemos todos, nada tiene que ver con la bondad o maldad intrínseca de nuestro errática o pecaminosa conducta individual humana. 

Segundo: reconocer se debe que el movimiento de las mujeres mexicanas está señalando-visualizando-evidenciando el terrible y real problema de violencia de género, de forma por demás histórica. Los feminicidios y las violaciones siempre han existido; la discriminación de género antes era mucho peor en todo el país, pero nunca antes en México había ocurrido una protesta femenina como la que está en curso. El Paro Nacional de mujeres #UNDÍASINNOSOTRAS, va y va muy bien, enhorabuena. Pero cuidado, que nadie pierda de vista el gran factor, que ahora están jugando los medios de comunicación masiva. Los famosos “mass media”, TV y radio nacionales, dirigidas todas por hombres, que sumadas a las benditas redes sociales, han impulsado con todo a una noble protesta de masas, que como tal es crítica contra el sistema y desestabilización para el gobierno federal, al que muchos quieren tambalear. Porque cuando dichos medios de comunicación estaban controlados con la fuerza del dinero presupuestal de los gobiernos corruptos y corruptores, no eran libres para apoyar las justas causas en las que ahora sí se involucran. Esclavos vergonzantes fueron del poder político en funciones sin chistar nunca siquiera. Por eso vital es no olvidar tan rápido cuando todo era diferente. Mínima lista histórica nacional: el 68, 71, 88, 94, Atenco, 2006, 2012, Ayotzinapa; cuando en esos entonces estaban sometidos a los dineros del poder los medios nacionales, nunca fueron tan libérrimos políticamente para sus actuales convocatorias, nunca tan líderes en las luchas sociales, ni mucho menos tan extraordinariamente feministas como ahora se presumen. (Con honrosas excepciones, claro está y a Dios gracias).  

Tercero: si el histórico y mundialmente famoso machismo mexicano provocó que fueran las mujeres las encargadas de la primigenia e importantísima educación familiar de los hijos varones ¿no tendrán las mujeres alguna responsabilidad inexcusable en la trágica reproducción generacional del machismo que ahora condenan y tratan de combatir con protestas sociales externas, es decir fuera de sus casas? Examen de conciencia femenino se requiere. Y liberación sicológica personal primero también. En más de una reunión con mujeres feministas he preguntado cuántas de ellas fomentan, provocan, por lo menos permiten que sus hijos varones jueguen con muñecas, bailen ballet, se maquillen, o cocinen junto a ellas. El silencio honesto ha sido dramático, sintomático y lamentable. El problema, --explicaría, una y otra vez, el genial maestro Sigmund Freud, sigue y seguirá siendo sicológico personal--. Lo sufrí como niño. Mi santa madre, creyente devota, como miles, millones de maduras mexicanas, se sometió al absurdo religioso-sicológico: si a mi  hijo varón le enseño a planchar, a coser prendas de vestir, a bailar ballet, a jugar con cocinitas de té, si le digo llora cuando te golpees o algo te duela, si le promuevo mostrar sus sentimientos ¡lo voy a convertir en homosexual! ¡Mi hijo es hombre, y se debe aguantar el dolor y el sufrimiento como macho que es, pues qué pues! Las mujeres madres, hermanas, tías, abuelas, en excelsa mayoría, han decidido el comportamiento masculino desde la infancia, lo que los hombres debemos ser en la estúpida reconstrucción diaria de los roles de sexo. Triste, tristísima realidad. Tal vez han avanzado un poco en los cambios educativos para con las niñas, pero con los niños la resistencia a hacerlos variar de rol-hombre-macho es patéticamente inamovible. 

Finalmente. El movimiento feminista de denuncia en contra de todo abuso, discriminación y violencia en contra de cualesquier mujer debe proseguir imparable, pero el fin debe ser mejor establecido. No se trata de sólo terminar con la violencia de género sino de luchar como sociedad contra todo tipo de violencia, contra cualquier tipo de crimen. Reconociendo que la violencia afecta más, mucho más, a los hombres; la relación de víctimas por sexo es 100 a uno. 

La ausencia de lideresas confiables, fuertes y definidas en el movimiento social en proceso demuestra su debilidad intrínseca. Sin cabeza, sin estado mayor con control, objetivos claros y definidos, todo cuerpo pierde el rumbo, toda masa en movimiento es peligrosamente manipulable, tiende a la violencia y termina por provocar peores condiciones de inestabilidad social, donde el macho-gorila-líder se empodera un poquito más. Esperemos que las mujeres de verdad paren al sistema para corregirlo y no para estropearlo más.        

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