Opinion

La cuesta que cuesta

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José Luis García

lunes, 03 enero 2022 | 05:00

Independientemente de los análisis que hagan los expertos financieros, México iniciará este año con una pendiente más difícil de lo que se esperaba; el aumento de precios en los productos básicos y servicios, va a impactar sin duda en la economía familiar, después de una holgada temporada en la que hubo mayor poder adquisitivo, propia de las fiestas de diciembre.

Pero se acabó la fiesta. Ahora viene lo pesado: subir la cuesta… y vaya que va a costar, porque de acuerdo a las mediciones oficiales de la inflación, que tienen su principal origen en el Inegi y en el Índice Nacional de Precios y Servicios (INPC), los pronósticos no son nada alentadores.

Los aumentos de precios en productos y servicios entraron en vigor a partir del primer minuto de este año, un año que los mexicanos estamos recibiendo con una carga fiscal sin precedentes y una inflación que no se había visto en más de 20 años. La cuesta de enero ya no resiste consejos ni estrategias que los analistas financieros lanzan cada doce meses, con el propósito de que las familias busquen alternativas y sea menos doloroso el déficit presupuestal familiar.

La mayor parte de las fuentes financieras, aseguran que la inflación en México mostró una inusual aceleración en noviembre pasado, de un 7.37 por ciento, es decir, alcanzó su mayor nivel desde 2001. Estos resultados obligan a los analistas a pronosticar que la inflación, al cierre del año pasado, será de un 8.0 por ciento. En menos de dos semanas lo sabremos.

No es para menos: en la segunda quincena de noviembre pasado, el INPC registró un 7.7 por ciento de inflación anual, lo que lo convierte en el mayor nivel desde hace 21 años. Si no es de escándalo, sí está asustando no solo a los empresarios, sino a los mercados.

Para colmo, la inflación perfiló el cierre de diciembre con un 7.45 por ciento ¿y sabe cuáles fueron los principales aumentos que presionaron esa medición?: los precios de frutas, verduras y los energéticos como gasolinas, electricidad, gas LP, productos que utilizamos 7 de cada diez familias en México.

Y no hay vuelta de hoja: después de los primeros siete meses de pandemia, los alimentos fueron encarecidos de una forma brutal, en una irresponsable acción en la cadena de suministros a tal grado, que ni las mismas autoridades se atrevieron a frenar. Y no lo hicieron porque privó la especulación, sobre todo con productos básicos, partiendo de aquellos que tienen que ver con la limpieza personal.

Si agregamos que en medio de la pandemia algunos comerciantes voraces utilizaron las estrategias del síndrome FOMO (por sus siglas en inglés fear of missing out), es decir, miedo a perderse de algo o estar fuera de, tenemos un resultado desastroso: las personas vaciaron los estantes de papel higiénico, agua embotellada, gel antibacterial y después siguieron con alimentos enlatados hasta llegar a los productos básicos.

El miedo a quedarse sin alimentos, provocó compras de pánico y, por supuesto, un encarecimiento despiadado; todo ello repuntó, al final del año pasado, en un índice inflacionario que, de acuerdo con los datos del Inegi, en los primeros 15 días de diciembre de 2021 fue 10.7 por ciento más caro conseguir alimentos y bebidas, comparado, claro, con el mismo período de 2020.

Mire, lo ofrezco algunos ejemplos con cifras conservadoras, sólo para darnos una idea de por qué estamos entrando este año con una inflación que le va a pegar al bolsillo de las familias: la tortilla, el producto más consumido por los mexicanos, se encareció 15 por ciento durante todo el año pasado.

En esos doce meses, los de 2021, las carnes de res, pollo y puerco, aumentaron un 12 por ciento en promedio, mientras que los cereales se incrementaron un 11 por ciento y el pan, pescado y mariscos se elevaron en un 10 por ciento, pero estos últimos, sólo en el mes de diciembre.

Otro dato: las refacciones para vehículos automotores sufrieron un aumento del 10.23 por ciento, solamente en diciembre pasado, mientras que los productos como el frijol, maíz, pastas, harinas y condimentos llegaron a incrementar su precio en un 14 por ciento en promedio.

Por cierto, a partir del sábado pasado, el salario mínimo general en México incrementó un 22 por ciento, el más alto de acuerdo a la Comisión Nacional de Salarios Mínimos, en 34 años. Pasa de 141.70 pesos diarios a 172.87. Fuera de sarcasmos, buena noticia, ¿o no? La cuesta… cuesta y ahora con semáforo naranja, las cosas no son nada alentadoras. Al tiempo.