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Maru Campos
domingo, 21 mayo 2023 | 05:00Los últimos años, México ha sido el escenario de una batalla mediática que pretende dividir a la sociedad para beneficio de unos pocos. Todos los días se impone una nefasta narrativa de extremos: buenos y malos, el pueblo y los fifís, o empresarios y trabajadores.
Hay diversas razones por las que esta dinámica polarizante nos afecta profundamente como sociedad. Primero, porque una sociedad dividida es mucho más propensa a la confrontación. Crece una desconfianza permanente entre unos y otros, y los desencuentros internos son cosa de todos los días.
Pero además, en una sociedad tan fragmentada, llegar a acuerdos para salir adelante, se vuelve una meta cada vez más complicada. En las empresas todos desconfían de todos, los espacios públicos se sectorizan por clases, y cada vez es más difícil el encuentro y la unidad.
Así pues, el único beneficiado de la narrativa divisora, es el partido político que acentúa el odio para capitalizar votos, dando a los más desfavorecidos una falsa esperanza, haciéndoles creer que a través del enojo y el revanchismo, sí podemos acabar con la terrible desigualdad que aqueja a nuestro país desde hace generaciones.
Sin embargo, siempre he sido una convencida de que el sector empresarial, siempre será un aliado fundamental para un Gobierno, en la construcción de un bien común verdadero y a largo plazo; y así lo he podido confirmar una y otra vez en mi andar por el sendero de la política.
En primer lugar, hay que entender que las sociedades son sumamente complejas, y que es imposible entender la dinámica comunitaria, reduciéndola únicamente a dos grupos. No podemos forzar a la población a identificarse con un bando, en una clasificación tan reducida de los razgos sociales.
Esto es especialmente cierto cuando hablamos del sector empresarial. Porque aunque se haya hecho el intento reiterado de dibujarlos como los malos de la película, hablar de empresarios es hablar de personas que habitan entre nosotros, y que viven nuestras mismas realidades todos los días.
Empresario es aquel que cree en la educación y el trabajo; que cree que puede salir adelante y mejorar sus condiciones de vida a través del esfuerzo, y la aplicación inteligente de recursos y talentos.
Muchas veces hacemos caricaturas mentales del empresariado, imaginándolos como hombres de traje, sentados en una gran mesa, pensando cómo hacer para ganar más dinero a costa de los demás. Pero mucho más allá de esas imágenes erradas, hay otras figuras empresariales mucho más cercanas y reales.
Por ejemplo, he tenido la oportunidad de conocer mujeres de origen Rarámuri, que han salido adelante a través de la confección de diversos artículos artesanales, pero que además se han organizado para llevar adelante el negocio, formalizarse, y buscar nuevos caminos para ampliar ventas. Eso también es ser empresarias.
Empresarios son los dueños de locales como restaurantes –desde una fondita, hasta los lugares para salir y disfrutar de una cena especial–, tiendas de todos los tamaños, con todo tipo de productos, o incluso, locales con servicios como corte de pelo, manicura o maquillaje.
El intercambio comercial está en nuestra naturaleza humana, y, por lo tanto, ser empresaria o empresario es inherente a la condición humana. En el sector empresarial no pueden estar los enemigos de la sociedad, porque ellos son la sociedad misma.
En nuestro país, existe la libertad de emprender, de aspirar a salir adelante a través del aprovechamiento de los propios talentos y recursos, y como Nación, debemos impulsar a quien tiene la valentía de comenzar este camino plagado de retos y satisfacciones, y en ningún caso, convertir a los empresarios en villanos para polarizar a la sociedad.
Así pues, el sector empresarial de mayores recursos, son también parte de este engranaje económico; pero sobre todo, son parte también de nuestras comunidades. Ellos caminan nuestras mismas calles, viven y ven los mismos problemas que el resto de la sociedad. Por lo tanto, quienes participamos de manera activa en la política, lejos de hacer de ellos la figura antagónica, debemos tener el liderazgo suficiente para llamarlos cuando su comunidad los necesita.
En mi experiencia personal, siempre he encontrado empresarias y empresarios dispuestos a poner su voluntad, recursos y trabajo, cuando las circunstancias lo exigen; cuando aparece una crisis inesperada que rebasa las capacidades del Gobierno, siempre podemos contar con personas con el capital humano y material, pero sobre todo con la generosidad y el sentido de pertenencia, para sacar adelante a todo el Estado, y forjar el bien común.
Por todo ello, creo que ha llegado el momento de dejar atrás esa mentalidad divisora y polarizante, y recordar que empresarias y empresarios hay muchos y de muchos tipos, y que son parte de nuestra comunidad, por lo que sería mejor buscar en ellos aliados para sacar adelante a nuestro Estado, y no hacerlos responsables de todos los males (como nos quieren hacer creer algunas voces que provienen del centro).