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Daniel García Monroy
domingo, 03 marzo 2019 | 01:57La generación de los 60 del pasado siglo, hemos sido tristes testigos del trágico fenómeno acumulativo de los sobrepesos de México; concepto aplicable no sólo a la personal-aglutinante-enfermiza-deformación del cuerpo humano, sino a una amplia gama de fenómenos nacionales. Somos ahora un país glotón de harinas y azucares, y más sustancias tóxicas legales e ilegales. Lento para moverse. País ballena, desnutrida. Y tal parece que nos gusta. –“Cuidado compa, ese bato está pesado” se dice en la jerga pandilleril, como distinción de poderío criminal--.
En el sobrepeso corporal hemos arruinado hasta nuestra pobre población infantil. Niños tarahumaras, que después de ganar su diaria limosna en negocios, camiones y esquinas, van en automático a la tienda de conveniencia más cercana a comprar papitas-refrescos-pastelillos-golosinas, para comérselos felices, y quedar satisfechos y más desnutridos cada día.
No es solo Chihuahua, evidentemente, es todo el país. Después de USA-Comidachatarra&Corporechion, nadie nos quita el segundo lugar en obesidad mórbida mundial. Que las escuelas primarias persistan en vender venenitos empaquetados y pócimas embotelladas a los niños, en lugar de frutas, verduras y jugos naturales frescos, es de una maldad imperdonable, sin contrapeso, casi diabólica. Y que desde la secundaria no exista una clase-materia-fija de nutrición y cocina, que comience a enseñar a bien comer a nuestros jóvenes, es también siniestro y perverso. Pero existe un Dios, existe un Dios que todo lo ve…
Y qué decir de la relegada casi anulada educación física; la de los bienamados deportes. Habría que hacer a las maestras y maestros correr junto con sus alumnos todo los días, para entrelazados y contentos, en contrapeso al anquilosado-vetusto sistema educativo nacional, intentar ser más saludables y tirar por la borda el lastre de grasa que enferma al paso del tiempo a todo cuerpo, irremediablemente. Disfrutar del futbol, del volibol, del basquetbol, de nadar, del tenis; más pelotas y raquetas y menos tablas de multiplicar, más baile y cuadros gimnásticos y menos pesada memorización de tantísimos datos inútiles, con que se sobrecarga a los niños como si fueran una USB vendible, que nunca empresa alguna querrá comprar. --Recuperar la Sátira del romano Juvenal del siglo IV, como regla moderna educativa de “cuerpo sano en mente sana”, en todo el buen contrapeso que vale la dichosa sentencia--.
Otros muchos sobrepesos nos aplastan, nos laminan cada día en México. Sobrepeso económico son todos los créditos y comisiones bancarias, que nos sustraen dinero por el uso de todo lo usurero posible; en donde lo que manda son los obesos negocios de ganancias multimillonarias. Pegaditos en la báscula descalibrada están los seguros de todo tipo. Esos que aumentan ganancias ingratas pero legales, por el desgraciado miedo-ambiente-social, de lo que la delincuencia imparable nos roba impunemente. Y qué decir de la carga que la industria de la muerte –funerarias, ataúdes, panteones--, nos repasa por encima sin posible contrapeso de regulación humanitaria gubernamental alguna. Abandonados, la tenebrosa y panzona industria mortuoria nos da el último adiós en la vida, echándole a cuestas las pesadas deudas a todos solidarios deudos.
Sobrepeso de las transnacionales gordas, gordísimas, que lo quieren todo para el ganador monopólico. Fox y Disney unidas; la de los Simpson y la de los cuentos de hadas, buscando más nichos de negocios en el planeta para poder cobrar por todo lo que se pueda ver en su aumentada realidad de la actual plasma idiota (que ya no caja cuadrada antigua). Modernizar la mendicidad mental también ha tenido su respectivo aumento de peso. Las redes sociales son prototipo incontrastable. Los nuevos líderes yutubers son geniales-payasos-ignorantes. Todo es burla, bullying, chiste. Adiós análisis inteligente de pensamiento razonable. Adiós lectura de libros. Lo actual y reenviable como tesoro festejable es ver en el cel en 30 segundos lo que hacen los humanoides animalescos fantásticos y graciosos. El nuevo circo Barnum, de hace 139 años, donde los fenómenos fascinantes ya no son los monstruos genéticos (mujeres barbudas, enanos de 50 centímetros, hombres elefantes de cuerpos y caras desfiguradas y pasmosas) sino la aprobación de la risa, la carcajada imbécil de nuestro espejo fatal, la de la masa con primero de secundaria como promedio educativo. Con ser irrespetuoso alburero, lépero standupero, basta para ganar la fama de un millón de sandios likes, que es ahora el lamentable objetivo primario de los nuevos bufones --con menos de 70 puntos de coeficiente intelectual--, para acceder al poder político. ¡Brozo, Chabelo, Eugenio Derbez, para presidente! En el Salvador ya ocurrió el absurdo de llevar al ejecutivo nacional a un cómico de televisión, por no existir, en tan inocente e iletrado país, un contrapeso de educación y mínima sensatez ciudadana, y claro y por supuesto con sus trágicas consecuencias.
Y cómo quedarnos atrás. Los morelenses morenos ya pusieron de gobernador a un futbolista fenómeno, que no sabe leer ni escribir ni hablar –comparable (con todo respeto) a don Antonio Espino y Mora “Clavillazo”--, pues que caray, quién le puede negar a un analfabeta funcional el derecho de ser el próximo presidente mexicano. ¡Vivan las disfuncionales, pero benditas redes sociales!
Ahora en México un presidente de viejo cuño priísta está abarcándolo todo. Expandiéndose, desparramándose de forma nunca antes vista en la política nacional. Comenzó por comerse a la partidocracia mexicana con su Movimiento de Regeneración Nacional y se puso pesado. Se desayuna a los medios de comunicación nacional todos los días ¡sin pagarles! Tiene el Congreso de la Unión de botana y al poder judicial de la federación de aderezo. Se va a cenar a los organismos autónomos por corruptos. Y las organizaciones de la sociedad civil las va dejar hambrientas de dinero, también por su marcada debilidad por los recursos del erario público.
AMLO ha comenzado a tener un sobrepeso preocupante y atemorizante para todo el sistema. Su aprobación popular en las periódicas encuestas por lo que hace día con día, es sorprendente fenómeno de sobrepeso político ¡sin antecedente mundial alguno!
Regalando dinero a diestra y siniestra se está embuchacando a miles y miles de mexicanos cada día. Engorda y engorda feliz en su filantropía justiciera. Y nadie parece tener idea alguna de cómo ponerlo a dieta de poder. El Gobernador Javier Corral, habla de los contrapesos necesarios y convoca, pero ya no tiene el mismo poder de atracción opositora de hace unos años. Quién no sospecharía que su posición antilopezobradorista sea sólo el inicio de su personal campaña por la candidatura presidencial.
El pesado ejecutivo federal tiene el sartén por el mango y como excelente chef, todos los gobernantes le mal copian sus recetas políticas de bienestar social: pensiones, créditos, becas y más becas; dinero en efectivo entregado en forma directa al bolsillo de los votantes actuales y en potencia. Programas suficientemente clientelares como para tenerle pánico electoral. Pero nadie hace nada verdaderamente innovador-imaginativo para contrarrestarle. La fábrica de ideas de políticas sociales y programas de gobierno está en huelga desde hace mucho, pero mucho tiempo en México.
El real contrapeso al poder del presidente López Obrador, sólo puede venir de acciones de gobierno diferentes, que se distingan desemejantes pero efectivas para solucionar los graves problemas de inseguridad pública, corrupción y desigualdad económica. Algo que la ciudadanía pudiera observar como distinto a lo que hace el sobrepesado gobierno federal. Pienso en un único programa-proyecto-plan que desde los gobiernos de oposición alcanzará un rotundo éxito de reconocimiento nacional, y con ello obligará a AMLO a copiarlo, es decir en sentido inverso: de lo estatal o municipal a lo federal. Eso sí que sería un serio y bienvenido contrapeso. Pero se ve lejano y casi imposible. El presidente al que no le gusta el dinero seguirá ensanchándose y cubriéndolo todo, ante los azorados ojos de la clase política mexicana ayuna y carente de nuevas ideas y con muy poca imaginación.