Opinion
Crónicas de Mis Recuerdos

Vamos al cafecito en el Hotel Palacio Hilton

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/ Al fondo se ve el Hilton desde la avenida Independencia en 1945 (Foto: México en Fotos).
/ El antiguo Hotel Palacio Hilton, guardó en sus paredes y muros miles de recuerdos que hicieron historia en la vida de muchas personas que lo llegaron a visitar (Fototeca-INAH-Chihuahua).
/ Políticos, artistas, empresarios, ganaderos, oficinistas y todo tipo de personas, tomaban el delicioso café del Hilton (Fototeca-INAH-Chihuahua).

Oscar A. Viramontes Olivas

sábado, 22 febrero 2020 | 21:35

Algunos lugares donde se han bebido ricas tazas de café, con el tiempo se convirtieron en sagrados y famosos establecimientos, ahí donde se congregaba gente de toda clase social. ¿Por qué famosos y sagrados?, tan sencillo como decir que a lo largo del tiempo, las cafeterías se han convertido en santuarios para políticos, artistas, religiosos, estudiantes, amas de casa, despechados, abandonados, amantes, locos y cuerdos; también, para gente normal que buscan eliminar el estrés generado de los problemas cotidianos de esa enorme urbe chihuahuense que, mediante una o varias tazas de café y acompañada de una rica comida, merienda, almuerzo o simplemente el puro cafecito que puede ser negro, con y sin azúcar o leche, capuchino o de cualquier tipo, siempre y cuando tenga la esencia de motivar el comienzo de alguna emocionante, peligrosa, divertida, sincera y combativa charla entre amigos o enemigos.

La liberación del pensamiento donde las voces melodiosas de filósofos urbanos llegan para arreglar los problemas del mundo, de los que se dicen ser “sabelotodo”, ahí donde se juntan y conviven en sana paz o como parte del inicio de un conflicto. 

Sí, todo puede tener solución al estar inspirados con una taza de café en mano, enfrentando con valentía las opiniones, reproches o soluciones de otros. Así sucedía en lugares que ya no están en la geografía urbana de Chihuahua, como: “El Iris” de la 21ª y Juárez; el café de “La Esquina” de la Independencia y Victoria; “El Café Merino” de la Juárez y Ocampo y el “Café Palacio”, ubicando en el interior de lo que fuera el Hotel “Palacio Hilton”, que se encontraba en la Independencia y Libertad y que fuera demolido durante la administración municipal del licenciado Ramón Reyes García. De este último café, nos ocuparemos en este día en las Crónicas de mis Recuerdos.

El ambiente dentro de la cafetería del “legendario” Hilton era muy plácido, confortable, ya que mucha gente huía del quemante sol de verano que amenazaba día a día a los paseantes y compradores en el centro de la ciudad, esos que llegaban a la calle comercial de La Libertad para entrar a la cafetería del Hilton y disfrutar un agradable refrigerio. Fue así que nuestra historia comienza con el médico Francisco José Prieto, persona muy conocida en los tiempos “mozos” del Chihuahua que despegaba en los años cuarenta. Don Kiko, regularmente ocupaba una de las mesitas de la cafetería y además, era el gran creador de este santuario del saber popular, desarrollando con el tiempo una idea que durante meses la tenía en su cabeza, aunque no era de él el lugar. Se trataba de establecer un negocio cómodo que reuniera a todas las personalidades de la vida urbana de Chihuahua y además, de comensales que -cansados y hambrientos por la jornada de trabajo del día-, requerían de un lugar para comer, convivir o simplemente tomarse el cafecito. 

Al fin, esa idea cuajó y para mayo de 1942 don Julio Lagüette, uno de los propietarios del Hotel Hilton se acercó con algunos de los empleados para platicar con ellos: “Vengan a mi oficina, quiero hablar con ustedes”. Entre ellos se encontraba don Francisco Prieto. Él comenta: “Ya reunidos en la oficina de don Julio, éste nos comentó: “Tengo la intención de establecer una botica dentro de las instalaciones del Hilton, con el fin de satisfacer las necesidades de los huéspedes en caso de que se presente algún enfermo; ustedes saben que hasta un dolor de estómago o una cefalea podríamos atender”. 

La sugerencia les pareció buena a los ahí reunidos, por lo que al poco tiempo se estableció la Farmacia “Lux”, agregando también una fuente de sodas. 

Semanas más tarde, se inició anexo a la misma farmacia el servicio de café que tenía como objetivo complacer a los clientes deseosos de platicar en medio de la rica y sabrosa taza de un suculento “oro negro”. 

Con el tiempo empezó a tener una excelente respuesta por parte de los chihuahuenses, por lo que surgió un importante problema, no se podía atender la farmacia y la cafetería al mismo tiempo, por la gran cantidad de personas que requerían de los servicios de la misma, en cambio, poca gente necesitaba de ésta. 

Ante esta circunstancia, don José pidió una audiencia con el señor Lagüette para exponerle el asunto, el cual la concedió y tomando la palabra manifestó (decía don Pepe): “Mire señor, en las últimas semanas hemos tenido mucha clientela en la cafetería, incluso ha estado abarrotada y la verdad no hemos podido atender la farmacia como se debe, pues es tal la demanda de comensales y bebedores de café que hasta hemos descuidado a la clientela de la botica que es poca, por este motivo, sería bueno cerrar la farmacia y ponerle todos los kilos al restaurante”. 

De esta manera, el Sr. Lagüette le pareció muy buena la idea y optó por eliminar la farmacia “Lux” y enfocar sus baterías a la cafetería: “Me parece muy buena la idea, yo no sé qué haría sin ustedes, por eso los aprecio, especialmente a ti, Pepe, que has sido fiel en cada momento de mi trayectoria dentro de este histórico hotel”.

Poco a poco las historias de vida que se contaban dentro del Café Palacio empezaron a ser el marco decorativo de sus paredes y muros. Se adornaban las ventanas, los pasillos con el caminar y el cuchicheo de la gente. Los empleados empezaron a formar parte de los problemas de sus comensales, pues algunos de ellos hasta consejos pedían y los meseros hasta de psicólogos le hacían. 

De esta manera la historia del Café Palacio se fue construyendo gracias a los parroquianos que visitaban el lugar que con el tiempo, se consideró en Chihuahua como un centro modelo de reunión, pues el público empezó a dictar para sí y sus acompañantes las más escrupulosas reglas de decencia y cortesía. 

Unos se reunían en grupos, ignorándose unos a otros; conversaban en voz baja, algunos gastaban bromas de buen o mal gusto; otros arreglaban sus negocios y estructuraban planes para el porvenir. Para brindar un excelente servicio y abarcar las necesidades de la población que visitaba o trabajaba en el centro de la ciudad, el Café Palacio, empezó abrir sus puertas a las siete y media de la mañana y cerraba a las diez de la noche. 

Tenía una gran variedad de platillos ofrecidos para la gente que llegaba antes de ir a su trabajo y la que estaba hospedada en el Hilton. Se servían desayunos, lunch-comida y meriendas. 

Las damitas que trabajaban en las oficinas de gobierno o en algún negocio cercano, merecían una especial mención, pues dentro de la cafetería se les había acondicionado un lugar para ellas, sí, muy exclusivo, casi privado con fuente de sodas y teléfono ¿Cómo la ve? 

Muchas de estas damas, concurrían después de las 19 horas lo cual, demostraba que durante el día eran bastante trabajadoras y cumplidas…Esta historia continuará. 

“Vamos al cafecito en el Hotel Palacio Hilton”, forma parte de los “Archivos Perdidos de las Crónicas de mis Recuerdos”. Si usted desea adquirir los “Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua”, tomos del I al IX, puede llamar al cel. 614 148 85 03 y con gusto se lo llevamos a domicilio o bien adquiéralo en la librería Kosmos, localizada en Josué Neri Santos No. 111, La Luz del Día, Calle Blas Cano De Los Ríos 401, San Felipe I Etapa y Bodega de Libros.